Capitulo 2 "Ignotus"

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Al ver que el dolor no disminuía, abrí la canilla de la pileta donde lavo los platos y puse mi brazo bajo el agua fría. Un ardor más fuerte del que ya sentía se instala en mi muñeca, pero luego el ardor desapareció por unos segundos.

Solo unos segundos, porque luego comenzó a arder mucho más de lo que ya lo hacía.

¿Cómo diablos puede arder más de lo que ya lo hace?

Cierro la canilla y corro hasta el baño. Comienzo a revolver los estantes con mi mano izquierda. Me desespero todavía más al no encontrar lo que busco.

¿Dónde diablos lo dejo Atenea?

En la parte de atrás de todo se encuentra un botiquín blanco con una cruz roja en el medio.

¡Bingo!

Agarro el botiquín y lo abro, todas las cosas que se encontraban dentro salen disparadas al suelo, maldigo mientras me agacho a recoger gasas, alcohol y cintas de papel. Camino hasta el inodoro y me siento en el con la tapa baja. Abro la botella de alcohol y vierto un poco en un pedazo de algodón, paso el algodón por mi muñeca.

Suspiro aliviada al sentir como deja de arder, espero unos segundos, por si el alivio se pasa rápido y comience a arder de nuevo. Cuando ese no sucede pasó más el algodón por mi muñeca, luego tomo una gaza y la apoyo en la quemadura. Una maldición entre dientes sale de mi boca cuando la tela toca la piel chamuscada. Corto pedazos de cinta y las pego a los costados de la gaza.

Suspiro cansada. Parece que un niño de 7 años se pego un pedazo de papel a la muñeca con cinta.

Pero al menos logre que dejara de arder.

Apoyo mi cabeza en la pared con la respiración agitada. Puedo sentir mi corazón golpear contra mi caja torácica con fuerza. Mi cabeza duele como los mil demonios y mi muñeca izquierda ni siquiera la siento. Parece que luego de haber ardido como la mierda, decidió dormirse una siesta.

Cierro los ojos cansada.

Que día más productivo.

Hoy no es mi día.

Camino por los pasillos de la universidad con rapidez.

Llego tarde a la clase de etica

Me detengo en la puerta, me paso una mano por mi cabello arreglando mi melena, y abro la puerta despacio.

La sala se encuentra llena, y el profesor Carrington se encuentra sentado en su escritorio. Todos centran su atención en mi en el momento que abro la puerta.

— Señorita Russell, llega justo a tiempo – me dice el Señor Carrington. Cierro la puerta detrás de mío. – Puede tomar junto al Señor Braham, estoy seguro de que ambos se llevaran bien. Levanta la mano por favor.

Una mano se levanta de entre medio de la masa de alumnos, camino en completo silencio siguiendo la mano que todavía se encuentra levantada. Antes de poder llegar veo que el tal Braham, es un chico de cabellos rubios y ojos azules.

Desde aquí se puede ver que es guapo, pero solo guapo. Nada más.

Me siento en la silla que se encuentra libre, sin darle ni una mirada al chico que tengo a mi derecha.

El profesor Carrington continua dando su clase, está hablando sobre algo relacionado a la moral, pero no logro prestarle la debida atención, mi mente se encuentra en otra parte. Como en la quemadura que me hice con la cafetera.

Luego de limpiarme la herida como es debido y aplicarme un poco de pomada de aloe vera, fui hasta la cafetera y comprobé que esta aun se encontraba tibia, de seguro habré apoyado mi muñeca en ella y me queme. La cuestión fue que la muñeca no me molesto por unas horas. Pero alrededor de las 1 de la mañana esta comenzó a arder como el infierno de nuevo, volví a aplicarme alcohol pero no logro calmar el escozor que me quedo después. Generando que no pudiera dormir en toda la noche por culpa de la horrible molestia que sentía en la muñeca.

Mestizos: El despertar de la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora