Capitulo 3 "Officium"

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Wren

En un comienzo llegue a pensar que iba a ser una noche tranquila, donde solo serviría algunos tragos y ayudaría a Peter con algunas mesas, para no aburrirme.

Pero no, hoy hay partido.

Eso significa que desde las 7 de la tarde, no he parado de ir de aquí para allá. Sirviendo y llevando tragos, y tratando de que no se me callera nada de vidrio cuando escuchaba los gritos de victoria, que se parecen más los gritos de guerra de los vikingos. Eso me ponía de los nervios. Y también tratando de no golpear a ningún idiota que intenta sobreasarse conmigo.

Bueno, como dije tratando.

Digo en mi mente recordando cómo le tire cerveza luego de haberle pegado una cachetada a un idiota que me toco el trasero.

Se lo merecía.

El restau-bar se encuentra lleno de gente, parecen sardinas enlatadas, con ropa de los colores de los patriotas, tomando cerveza y comiendo una de las mejores pizzas italianas de New York.

Un conjunto de gritos hace que salte en mi sitio, tomo un respiro y sigo sirviendo cervezas, las pongo en una bandeja lista para que uno de los camareros la recoja y la lleve a su mesa perteneciente. Sigo sirviendo las cervezas que me faltan y luego limpio un poco la barra. La campana de la puerta suena de vuelta.

Genial, más gente.

Continuo limpiando la barra, hasta que escucho un carraspeo. Levanto la vista, y no puedo creer lo que veo.

El rubio mac perfecto, se encuentra frente a la barra con su antebrazo apoyado en esta, la cual está repleta de cerveza. Pobre chaqueta de cuero, es una lástima.

Detrás de él se encuentran dos personas, un hombre azabache con ojos marrones, completamente vestido de negro; me agrada, y una rubia despampanante de ojos azules; una barbee, con un atuendo digno de una Barbie. Colores claros y chillones perfectamente combinados en un atuendo que moldea perfectamente sus curvas.

Si, tenemos a Barbie y Ken, el otro no tengo ni idea de que podría ser.

—Hola – dice rubio mac perfecto llamando mi atención. Su brazo cubierto por su chaqueta de cuero, se mueve embarrándose todavía con la cerveza. – ¿Tienes mesa para 3? – Pregunta.

Miro en dirección hacia las mesas, solo queda una sola mesa disponible. Que desgracia. Unas ganas de decirle que no teníamos mesas disponibles y que se vayan.

Me llevo el pulgar y el dedo del medio hacia la boca y chiflo. Peter, el hijo del dueño del lugar, un chico de 17 de piel morena, pelo castaño y ojos claros; básicamente un adolescente, es el único que logra escuchar mi chiflido.

Es un buen chico, algo inocente e ingenuo, alumno de Atenea desde que empezó la primaria, ¿Amigo? Ni idea, lo conozco desde que es un bebe. Cuestión, comenzó a trabajar en la pizzería en las vacaciones de verano y todavía sigue. A pesar de ser un adolescente, que se encuentra pasando por la plena etapa de las hormonas alborotadas, es un excelente chico.

Peter deja de ver el partido para venir hasta la barra, antes de que llegue le señalo con los ojos a las personas que se encuentran frente a mí.

— Hola, ¿En qué puedo servirles? – le pregunta con amabilidad, cuando llega hasta la barra. Un asentimiento va dirigido a mi parte, eso es más que suficiente como para saber que él se hará cargo.

Continúo limpiando la barra sintiendo la penetrante mirada de Sebastián en cada movimiento que hago. En algún punto, no se cual, se dio cuenta de donde estaba apoyado su brazo y lo retiro de golpe.

Mestizos: El despertar de la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora