Capítulo 3 - G.E.O.

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"Todavía no hay una palabra inventada para viejos amigos que acaban de conocerse" , Jim Henson.

"Todavía no hay una palabra inventada para viejos amigos que acaban de conocerse" , Jim Henson

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—Quien crea que esto no puede empeorar, que se vaya ahora —avisó uno de los inspectores.

Una invitación que sonaba genial, dadas las circunstancias. No llevaba ni 24 horas en el centro de entrenamiento GEO y ya estaba rezando para desmayarme. Odiaría rendirme conscientemente.

Puto Kai... ¿Cómo me convenció para alistarme?

Ah, sí... Ya me acuerdo. Me dijo: «Estás desperdiciado en la Policía, Álvaro, ¡tú vales para mucho más! Deberías estar con la élite, con los que cazan terroristas...».

Y cuando al proponerlo en la base empezaron a reírse de mí recordándome que la edad media para presentarse estaba en la treintena, me faltó tiempo para querer demostrarles que seguían subestimándome.

Tuve que entrenar muy duro para alcanzar los tiempos exigidos. Eran marcas de superhombres. Eso sí, una vez dentro, no había nombres ni apellidos. Eras un número. Eras tus ojos desencajados y tu respiración entrecortada. No había tiempo para pensar. Solo para sentir en silencio cómo te arden los pulmones y las piernas.

—Si esto va a peor, no lo conseguiré... —se lamentó uno. Acabábamos de cruzar la línea de meta de un circuito matador. Todos jadeábamos como perros y ninguno podía mantenerse en pie.

—Tranquilo, no va a ir a peor, estoy seguro...

Todos nos giramos hacia esa frase esperanzadora.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó alguien.

—Porque si esto empeora, no lo conseguirá nadie.

Esa fue la primera vez que escuché hablar a Luk. En ese momento ni siquiera sabía su nombre. Solo era una mancha de barro más. Como todos. Solo su mirada azul cielo indestructible clavándose en la mía lo diferenciaba del resto. Y sentí que buscaba apoyo a sus palabras.

—Tiene sentido —contesté por inercia—, quizá aprieten más al principio para hacer un barrido rápido y luego sea todo más técnico. Solo hay que aguantar un poco más...

—Exacto —Sonrió complacido.

Esa misma noche, tiritando a las puertas de la hipotermia en el río Tajo, volvimos a mirarnos para infundirnos valor. No me sentía las manos; las tenía agarrotadas y medio azules. Era desalentador ver cómo se llevaban en camilla a los que abandonaban, y los instructores no dejaban de decir: «No sois peores policías por abandonar ahora, simplemente, el GEO no es para todos... Haceos un favor a vosotros mismos y ahorradnos tiempo».

Te llevan al límite, esa es la verdad. Y luego más allá. Es entonces cuando te das cuenta de que tu punto de quiebro está mucho más lejos de lo que imaginabas en un principio. Yo era de los que se encerraba en sí mismo cuando sufría, de los que siempre aparentaba estar bien. Se me daba de puta madre escuchar órdenes y luego hacer lo que me diera la gana.

VOY A SER TUYODonde viven las historias. Descúbrelo ahora