Narrador Percy
La mezcla de sentimientos que llevo encima no puede ser sana, de ninguna manera. Desde que Hécate vino, el otro día, no he podido dejar de pensar en cómo será que me quite 3 años, sin contar que sabía de mis cicatrices, cosa que de una diosa me extraña. Pero bueno, mientras no sepa de dónde vienen las originales, no me molesta mucho, al fin y al cabo, casi todos saben sobre la caída al Tártaro.
Pienso en cómo podría haber sido darle la noticia a Annabeth de que me volvían a enviar a otra misión, y dejo a mi mente perderse en ese escenario ficticio...
Medio muerto de miedo, medio emocionado, me dirijo a la cabaña de Atenea, con intención de buscar a mi listilla. Tengo la suerte de que está en su mundo, con unos planes de, seguramente, el Olimpo. Está tan distraída que, cuando toco su hombro para alertarla de mi presencia, recibo una llave que me deja de lleno en el suelo, con Annabeth encima mía, inmovilizándome y casi sin dejarme respirar.
-Oh, dioses ¡Percy!- exclama moviéndose y ayudándome a levantar, mientras me da un coscorrón y luego me mira preocupada.
Me estoy riendo, mientras toso y me sigo ahogando, pero no paro de reír.
-Deja de reírte, ¡vas a acabar peor!- me espeta ella, aunque también tiene una pequeña sonrisa y sus ojos brillan mientras me mira, solo por miedo a verla enfadada detengo mi risa.
-Perdón- murmuré aún medio riendo, mirándola a los ojos- Tengo que decirte algo.
-No me digas que has vuelto a perder los papeles de admisión- me mira de forma seria y sacudo la cabeza.
-¡No!- exclamo, está vez si los tengo bien guardados- Me han asignado una misión, de todo el curso.
No sé cómo decirlo así que lo suelto todo de golpe, hablo tan rápido que cuando acabe me falta el aire, pero ella me entiende, siempre lo hacía.
-Lo siento- susurré, abrazándola, no quiero irme y dejarla aquí.
-Está bien, no es culpa tuya. Pero me pregunto, ¿cuándo nos dejarán vivir?
-Está será la última misión, estoy seguro- susurro, besando sus labios, queriendo reafirmar mi afirmación.
-Envíame mensajes Iris o te iré a buscar y más te vale aprobar todo- asiento como un niño pequeño.
-A tus ordenes, Listilla- le dije sonriendo, besándola de nuevo y le explico todo lo que nos dijo Hécate.
-Solo una cosa más...Por favor, no te vayas sin dejarme verte de nuevo con 14 años- suspiro ante su petición, pero no dudo en acceder.
-De acuerdo.
En ese momento siento cómo un tirón y de repente noto cómo la ropa me quedaba holgada y veo que Annabeth era más alta que yo por bastante. Y solo puede pensar:
¿En serio, Hécate?
-¿Qué Hades...?- casi grito al escuchar mi voz, es malditamente aguda. Una cosa que nadie te dice de la pubertad es que, una vez sales, cambias mucho más de lo que crees, pero lo notas más si te hacen volver a ella, cosa que, por suerte, es poco habitual.
En expeción para gente con mi maravillosa suerte.
Annabeth suelta una carcajada limpia y se ríe con todo el descaro del mundo. Busco un espejo lo más rápido que puedo y me miro.
Oh, bendita Hera.
Las Moiras debían de estar partiéndose los hilos.
Note cómo unos brazos me sujetan y me mueven como si fuera un maldito peluche.
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El torneo de los 3 magos...¿y el semidiós?
Fiksi Penggemar¿Qué pasa cuando uno da todo de sí mismo para salvar a otros y aún así el destino no lo quiere dejar descansar? Podéis preguntarle a Percy Jackson, quien tras dos guerras, dos profecías, haber atravesado el infierno literalmente y perder a su amada...