iv, abertura

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¡Feliz día de Reyes! :D Pero más importante: ¡Hoy es el cumpleaños de Sherlock! :3 Desafortunadamente este capítulo no tiene ninguna mención al respecto, sin embargo es imposible que no felicite a uno de mis personajes de ficción favoritos y en especial, debo darle las gracias a Sir Arthur Papasito Doyle <3 por crear a este hombre ingenioso e inteligente que, a pesar de sus defectos, nunca ha fallado en protegerme del mundo real y hacerme conocer lo que hay más allá de mi pequeño mundo uwu... ¡Así que brindemos, Amor mío, porque hoy es un día para celebrar! :D

Ahora, antes de descender en una horda de alcohol y desenfreno (?), me place anunciar a la ganadora del pequeño concurso realizado en el capítulo anterior de esta historia owo. Sinceramente, como bien le dije a mi preciosa ganadora, no esperaba una respuesta sino hasta dentro de algún tiempo de haber hecho la pregunta, ¡pero ahí estaba ella! Y yo, no queriendo ilusionarme, no la tomé en cuenta, luego ella me sorprendió y aquí estamos C:

Entonces, mi querida alicebaskerville, ¡muchísimas felicidades! Y también muchas gracias por participar y ser tan adorable :3, ya sabes lo que debes hacer con las etiquetas y la trama. Por supuesto, no tienes que apresurarte, el premio ya es tuyo y, de nuevo, seré feliz de escribir otra historia para ti, así que tómate el tiempo que necesites ^^

Bien, respecto al capítulo, activo mi carta de "te lo advertí" para que no me culpes por la sorpresita :3, por favor, presta atención a las etiquetas pues un par de ellas son por este capítulo. Oh, y si notas que el capítulo es más corto déjame decirte que tienes toda la razón, este es el segundo más pequeño c:, pero ya de aquí en adelante se viene lo pesado, así que sopórtalo un poco, ¿si? *-*

Regresaron mis notas largas, ¡yaii! jajaa XD

¡Capítulo!

* * *

El reloj marcaba las tres de la mañana con cinco minutos en el instante en que un detective adolorido, levemente mareado y arrancado sin tacto de un sueño que en la vida sabría ya de su argumento, fue arrojado a un lado de su cama, enviado a un destino frío, duro y al que en definitiva le faltaba una buena limpieza. Sherlock no tuvo la oportunidad de descifrar los números en el reloj que lo acompañó en su caída o soltar un mísero "ay", antes de ser el punto de aterrizaje de un John Watson que, para variar, tampoco le dio un tiempo de asimilarlo.

—¡Oh, dios, Sherlock! ¿Estás bien?, ¿te lastimé? ¿Estás herido? ¡Por favor no me dejes, te juro que no lo hice a propósito! —gritó el doctor en una exhalación colocando las manos alrededor de la cintura de un detective muy confundido, el resto de su cuerpo tendido sobre él, temblaba en feroces estremecimientos que pronto colocaron a Sherlock sobre la línea. Primero, el común denominador de la semana: el asunto carecía de un maldito sentido. Ergo, debía tragarse sus dudas, actuar con la mente que utilizó el día de ayer frente a ese aterrador lobo. Rodeó los hombros de John e imitó la fuerza que usaba para abrazarlo.

—Estoy bien, no me provocaste ninguna herida y no hay forma en que algo tan simple pueda alejarme de ti. —Recordando a Pequeño John comenzó a acariciarle la cabeza, permitiéndose en esta ocasión dejarle suaves besos en la frente, en la sien y en la punta de la nariz. Despacio, gradualmente, su doctor empezaba a ganar un poco de calma. Sherlock no se detuvo, el acto seguía teniendo un efecto que iba dirigido a ambos implicados, algo que a él de verdad le hacía falta.

Renegaría lanzarse a señalar lo que atacaba a John, de su parte precisaba en la mayor de las urgencias cuidar a su doctor en la máxima proximidad posible. Reconocerlo, olerlo y tocarlo cuanto hiciera falta para convencerse de estar realmente a su lado. Su amante, su luz en medio de la oscuridad, su punto fijo en una época cambiante, la persona a quien le cedió, sin ser consciente, cada parte de su ser. Entrelazó los dedos en los cortos cabellos rubios de su nuca, suplantando la sensación del grueso pelo a la vez que descendía la mano izquierda desde la espalda hacia la cintura de John, que se encontraba gloriosamente desnudo, pues luego del baño al que lo obligó en su búsqueda de retirar los rastros de la sustancia aun por investigar, durmió a su lado —esponjado y demasiado caliente— debajo de una simple sábana.

XerostomíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora