Cariño.
— Bueno ya fue demasiado amor durante un rato. Quitate.
Suma y Makio estaban en uno de los tantos sofás de la finca del pilar del sonido. Suma estaba abrazada a Makio desde hace un buen rato aprovechando que esta no la había empujado o golpeado.
Pero su tiempo de abrazos ya se había terminado.
— Vamos Makio-San, no seas así— Suma la abrazo más fuerte y Makio la empujo tirándola al suelo— ¡Ay! Eres mala Makio-San.
Hinatsuru quien veía todo desde una esquina río bajito.
— Hinatsuru-San porque Makio-San no me abraza.—Preguntó con un puchero la menor.
— Deberías darle gracias a los dioses porque eres la única que puede estar cerca suyo por más de cinco minutos sin que te golpeé.
— ¿Osea que soy afortunada?— Dijo ilusionada la peli-negra.
— ¡No! No lo eres, más bien eres molesta.— Dijo Makio mirando mal a ambas.
Suma corrió hacia Makio y la abrazó tan fuerte que casi le saca el aire.
— ¡Agh! Suma quitate.— Dijo pero la menor hizo caso omiso.
—No hasta que me des algo de tu cariño Makio-San.— Dijo de forma infantil y Makio rodo los ojos.
— Hina ¿Que hago?
Le pidió ayuda a Hinatsuru y esta solo se encogió de hombros para después irse.
— ¡Traidora!—Gritó Makio para que Hinatsuru la escuchara.
Suma siguió abrazandola y Makio solo se quejaba.
— ¿Que puedo hacer para que me sueltes?— Preguntó ya harta la mayor.
— Quiero cariño Makio-San.— Dijo escondiendo el rostro en el cuello de Makio.
— Para eso tienes un esposo.
—Si pero yo quiero el tuyo.
Makio rendida y sin saber que hacer rodeo con sus brazos el pequeño y esbelto cuerpo de la peli-negra en un abrazo que no fue tan desagradable como se lo esperaba.
— Ahora si puedo sentirme afortunada.—Susurro Suma.
— Puedes sentirte afortunada de que no te golpeé.
— Te quiero Makio-San y me alegra ser la única que pueda tener tu cariño.—Dijo avergonzada la peli-negra.
Makio se sonrojo un poco y miro hacia otro lado frunciendo el ceño falsamente.
— Yo también te quiero pequeña.