7.Problemas en Cafarnaúm

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La mañana siguiente no fue nada divertida, los dolores de cabeza acosaron a todos los que habían estado de fiesta la noche anterior. Pocos se acordaban de lo sucedido, muchos ni siquiera recordaban que ya habían llegado a Cafarnaúm. Jesús se despertó en una habitación que estaba completamente a oscuras, donde había un fuerte olor a ajo, no sabía dónde estaba y tampoco donde podía encontrarse la salida. Tanteo por las paredes buscándola, encontró algo que parecía una puerta o al menos tenía tacto de manera y cuando se dispuso a abrirla se quedó parado, escuchó unas voces que, al menos una de ellas, le era muy familiar. Acercó su oreja a la supuesta puerta que había encontrado y comenzó a escuchar la conversación. Estaba en lo cierto, la voz que reconocía era la voz de Andrés.

- Te digo que Jesús no es así – no paraba de repetir el seguidor –. Ayer hicimos una fiesta. Todo el mundo tiene derecho a pasárselo bien.

- Pero no nos sirve si la gente conoce esta faceta suya – dijo la misteriosa voz –. Si decimos que es el mesías, no puede ser un simple hombre. Aquí hay muchos romanos y también detractores suyos. Si alguien le ha visto así, todo nuestro plan se caerá.

- No te preocupes. Sí alguien dice algo, diremos que es Judas, como se parecen podemos usarlo – contestó Andrés con una voz temblorosa –. Hemos conseguido que venga hasta aquí y no puedes dejarnos tirados Juan.

- Dime, ¿dónde está ahora mismo tu mesías?

- No lo sé, estará descansando – el seguidor se enervó -. Tú no te preocupes, le buscaré y conseguiremos nuestro objetivo, nos vendrá bien para nuestra causa.

Las voces se fueron y Jesús seguía con la oreja en la madera. Aquella conversación le había llegado a su corazón y le había dolido mucho. No solo exageraban todo lo que hacía, sino que solo le utilizaban para su causa. Empujó la madera, quería salir del sitio donde estaba, pero no podía; se había quedado encerrado dentro de la misteriosa habitación. Eran dos puertas y en el exterior debía de haber un cerrojo, al empujarlas se creaba una pequeña rendija por la que entraba un poco de luz, gracias a ello pudo ver que estaba en la despensa, debía de estar en la de la taberna. Pidió ayuda, pero no había nadie allí y el espacio era muy pequeño para usar la fuerza para abrirlo, era como si estuviera dentro de un ataúd. Tendría que esperar que alguien fuera a la cocina para abrirle; mientras tanto tendría tiempo de meditar lo que diría a sus seguidores y a los rebeldes cuando estuvieran todos reunidos.

Judas se despertó de golpe. La cabeza le dolía mucho y no recordaba casi nada de la noche anterior, ni tampoco cómo había llegado a la habitación donde estaba. Miró detenidamente y vio como la luz entraba por una amplia ventana, por la luminosidad debía de estar cerca del mediodía. Las paredes eran blancas y la habitación era bastante grande aunque tan solo estaba la cama donde se había despertado y un pequeño banco donde se encontraban unas ropas. Miró a su lado, había una figura junto a él, no tenía ni idea de quién podía ser; la desarropó y vio que era una mujer. Ella se dio la vuelta y vio que era Raquel, la mujer de Pedro. Su rostro empalideció, no comprendía nada de lo que había pasado, cómo esa mujer se estaba despertando en la misma cama que él, ¿dónde estaría Pedro? Ella también empalideció, pero parecía saber perfectamente donde estaba, solo parecía angustiada por estar con Judas en la cama y no con su marido. Los dos estuvieron en silencio durante un largo tiempo hasta que él se preparó para hablar.

- ¿Qué ha pasado? – dijo mirando bajo las sábanas de lino.

- Dios mío, ¿qué he hecho? – dijo ella sin hacer caso a Judas.

- Raquel, ¿dónde está Pedro?

Ella se levantó rápidamente de la cama cubriéndose con una de las sábanas sin parar de llorar. Judas se levantó y también se cubrió con las ropas del banco, quería vestirse lo más rápido posible y saber lo que había ocurrido la noche anterior. La mujer no paraba de llorar, no quería quitarse las manos de la cara, estaba avergonzada. Judas la sentó en el banco y la pidió que se calmara.

El Secreto de JudasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora