—Si lo conocieras, quizás lo entenderias...
No, no era necesario hacerlo.
Lo importante es la calidez que transmitía en sus palabras y la dulzura que desprende en la mirada.
«Asi que así se siente...»contraigo las manos sobre el regazo apartando la vista por un instante.
No hay forma en que no sienta un piquete de envidia ante tal escenario.
—Hinata-chan... ¿Estás bien? —llama la delicada y frágil voz con preocupación.
Niego—Estoy bien —aseguro encarando la mujer.
—Por cierto, ¿Te divertiste durante tu pasantía.
«Mi pasantía»mis labios cosquillean.
Tras lo sucedido con el Asesino de héroes, mi padre no me ha vuelta a dirigir la palabra y mucho menos verme.
El trato de Bakugo se volvió más abrupto y difícil en sobrellevar, no lo entendía sencillamente. Pero sobretodo, mantener a Neji a raya fue lo más difícil que pude haber hecho.No estaba solo exhausta, sino herida tanto físicamente como mentalmente. De una manera fui capaz en dejar fuera mis emociones por este tiempo.
—Fue más difícil de lo que creí —confieso a la mayor con sinceridad.
Su rostro escudriña el mío varios segundos para desplazarlo adelante.
—Eres fuerte Hinata-chan, muy fuerte...
«No, no lo soy»admito internamente.
No era como debería, no es lo que yo quería, nada es como me gustaría que fuera. No tenía una opción.
Y eso parecía carcomerme por dentro.
—Sin duda serás un gran héroe, lo sé.
Héroe.
Un héroe, ¿Que significa ser un héroe?
«No lo entiendo»la idea de ser un héroe y seguir esa tradición no fue elección, más debía esforzarme en seguir mi camino trazado.
Si mi familia así lo quería, ¿Porque quien mas debería apoyarme no lo hacía?
Mi padre dice ser un héroe, es tachado de ser alguien ejemplar. No obstante, nadie conoce la cruda realidad.
«Stain...»sus palabras se repiten en un eco lentamente en mí mente.
—Y-Yo... Es momento de que me retire —excuso colocándome de pie.
—Es verdad, mencionaste tener un examen próximamente.
—Si, fue un gusto saludarla —inclino ligeramente la cabeza.
—Hinata-chan tus brazos...
Enderezó mi cuerpo con prisa y bajo las mangas del abrigo.
—No es nada de que preocuparse —murmuro sonriendo a la mujer.
Odiaba tener que preocupar esa mujer que parecía tener tanto en su cabeza. Pero una parte de mi se alegraba que lo hiciera, y eso me bastaba.
—¿Estás segura? Mejor llamo una enfermera para que...
—No pasa nada, sanará. Ya fui atendída...
Mentira.
—Estare bien, lo aseguro.
No lo sabía.
—Vendre otra ocasión.
La mayor no del todo convencida guarda un momento antes de asentir.
