Parte 9

1K 45 18
                                    


Sentí algo frío rozando mi cara lo que hizo que regresara a la consciencia. Abrí lentamente los ojos y me encontré con la profunda mirada de mi profesora muy cerca de mí. Se veía muy estresada, tenía el ceño fruncido, unas profundas ojeras marcaban su preciosa cara. Como pude llevé una de mis manos a su rostro, la vi cerrar sus ojos y se reclinó sobre mi mano.

―Eres tú...

―Soy yo, pequeña, estás a salvo ―abrió los ojos y dejó un suave beso en mi frente―. Te voy a duchar, ¿eso está bien? ―asentí.

―¿Cómo...

―Tu hermano me buscó y me dijo todo. Necesité de todo mi autocontrol para no ir a tu casa y moler a golpes al idiota que se hace llamar tu papá. Los estuve siguiendo por varios días para estar segura del lugar en donde estabas.

―¿Me buscaste?

―Claro, ha sido el peor par de semanas de mi vida ―suspiró―, no sabía de ti, no sabía si estabas bien, no podía acercarme a tu casa porque sabía que él estaba esperando. No podía ponerte más en peligro; estaba enojada con todo, con todos, pero especialmente con tus padres. Hasta que encontré a tu hermano... su desesperación me hizo saber que era algo muy malo ―frunció el ceño―. Me dio una maleta con tu ropa y tus cosas personales. Me pidió que te llevara lo más lejos posible para que no te encuentren.

―Lo van a golpear ―sollocé de inmediato con miedo―, ya lo golpearon antes...

―Lo tenía todo bien planeado ―sonrió mientras lentamente me quitaba la ropa―, hizo que lo golpeara para que pareciera que entré a la fuerza. Me avisó cuando tus padres salieron de compras.

―¿Desde cuándo?

―Tenemos planeándolo unos días, sólo era cuestión de confirmar a dónde te llevaban ―su mirada seguía siendo fría―. En cuanto lo supe quise quemar el puto lugar con esos cuatro adentro.

―Gracias por llegar ―susurré.

―Perdón por tardar tanto, de verdad lo siento.

Me bañó con tanto amor, con tanta delicadeza, con una devoción impropia de ella. Trató con cuidado cada parte de mi cuerpo, masajeó mi cabello con ternura asegurándose de dejarlo completamente limpio y con un delicioso aroma a fresa. Refregó mi cuerpo como asegurándose de borrar los rastros de lo que había pasado los días anteriores. Ella estaba ahí, conmigo, cuidándome y mostrándome una faceta muy nueva.

Al salir del baño, me sentó sobre la cama, me puso la ropa interior y untó crema por mi cuerpo con sumo cuidado. De vez en cuando posaba sus labios por donde sus manos pasaban. Me puso una de sus pijamas, me recostó en la cama y me tapó.

―Me daré una ducha rápida y regreso, ¿sí? ―asentí. Ella se agachó y dejó un beso en frente―. Te quiero ―no contesté ni ella esperó una respuesta, tomó la toalla con la que me había secado y se metió a la ducha.

Quedé bocarriba viendo el techo del lugar donde estábamos mientras escuchaba la ducha abrirse. Estaba con ella y me iba a proteger; estaba cumpliendo su promesa y por primera vez en muchos días pude sonreír o al menos lo intenté. Sólo esperaba que mis papás dejaran esto de lado y que me dejaran irme sin poner peros, por fin podrían ser una familia sin fenómenos en ella.

Mi única familia ahora era ella y mi hermano que también cuidó de mí en tanto mis padres se lo permitieron. Al ver que no estaba muy de acuerdo con lo que me hacían le prohibieron tajantemente acercase a mí o pasar tiempo conmigo. Sin embargo él se las arreglaba para verme al menos un rato, o llevarme algo de comer. Entre divagaciones no sentí cuando Bill regresó a mi lado, se metió en las chamarras y se acercó a mí.

Mi profe de piano // •B.E•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora