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La gente gritaba a nuestro alrededor, el tablero indicaba que un punto más del contrincante y se llevaban la victoria.

— ¡No decaigan, consigamos el punto perdido! —gritó detrás mío nuestra líder.

Estábamos totalmente cansadas debido a que llegamos al tie break y todos los sets siempre superaban los 30. No podíamos hacer dos puntos seguidos para, de una vez, darle fin al set, al partido.

Sonó el silbato, mi compañera gritó e hizo su saque, la pelota pasó la red, tenemos la oportunidad, la pelota aún no cayó. El contrincante estaba por hacer su segundo toque y yo no podía dejar de seguir la pelota tratando de comprender qué harían, cómo atacarian.

— ¡Izquierda! —gritó mi compañera de lado.

Nos dirigimos allí tratando de bloquear, la pelota tenía mucho impulso que rozó nuestros dedos y cayó detrás nuestro. Me di la vuelta esperando ansiosa que no haya tocado aún el piso. La pelota estaba por encima de nuestras cabezas, nuestra libero logró salvarla. La armadora tenía un rostro de pánico, no era el momento, no ahora. Estaba totalmente preparada para rematar, pero lanzó la pelota para la punta. Esos segundos de pánico y espera fueron suficientes para que el rival lea muy bien que iba a suceder, fueron rápidas y nosotras no llegamos. El remate fue totalmente bloqueado, ni la libero, ni ninguna llegó a salvar esa pelota. Segundos que fueron en cámara lenta. Entrar en ese sentimiento de derrota en un partido importante, fue tan rápido como se adueñó de todo mi cuerpo, mi mente.

Me quedé parada con la cabeza gacha mientras las demás suspiraban frustradas, algunas con ganas de llorar, otras queriendo romper todo lo que tengan en frente o cerca. Las miré y me avisaron que me acerque a la red, había que saludar al rival.

Una mano se extendió por debajo de la red, levanté mi mirada y detrás de la red se encontraba esa sonrisa de victoria con un leve levantamiento de ceja. Tomó mi mano a la fuerza para estrecharla de una vez y sonrió de una manera descarada.

— Buen partido, diría cualquiera, pero supongo que es último de ustedes y no fue tan bueno. —quedamos únicamente las dos entre la red, Karina y yo.

— Buen partido. —comenté por lo bajo finalizando nuestro apreto de mano. Volví con mi grupo aún con la cabeza gacha, pero sentí su mirada clavada en mi espalda.

Mi mente estaba perdida, no sabía como sentirme  ante esta derrota y no quería pensar en lo que pasará con mi equipo.

El viaje de vuelta al club fue en completo silencio, el bus estaba tranquilo para cualquiera que entre, pero cada una de nosotras sabíamos que ese silencio no era de tranquilidad

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El viaje de vuelta al club fue en completo silencio, el bus estaba tranquilo para cualquiera que entre, pero cada una de nosotras sabíamos que ese silencio no era de tranquilidad. Estaba atardeciendo, quienes viajaban del lado de la ventanilla tenían la puesta del sol para disfrutar, pero el sentimiento de derrota, de decepción, de angustia hacían imposible disfrutar la hermosa vista.

Intenté apoyar mi cabeza y dormir, pero se me dificultaba demasiado, a pesar de estar muy cansada físicamente y mentalmente, mi cabeza no quería hacerme cerrar los ojos. Mi celular se encendió mostrando un mensaje reciente, era mi "padre", apenas lo vi apagué mi celular, no quería saber nada de él, menos en la situación por la que estaba pasando.

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