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El día es agotador y solo pienso en bajar de peso. Mi nombre es Margarita Woods, tengo 17 años y estoy en mis últimos meses de preparatoria.

Prom Queen de Beach Bunny resuena en mi audífonos mientras como mi almuerzo sentada en las gradas del campus. Un chico aparece en mi campo de visión pero no logro distinguirlo bien, solo veo su silueta. No cargo mis lentes me los quite porque no quiero ver nada ni a nadie.

Le doy un mordisco a mi emparedado de mermelada de mora. Cierro los ojos e inhalo tratando de encontrar paz interior, pero nada. No encuentro nada dentro de mí, solo fealdad.

Aquel chico se sienta a mi lado y yo no digo ni hago nada. ¿Porqué hablaría con él? No tengo motivos para hablarle.

—Hola... —me saluda y yo hago un mohín.

—Hola —saludo tratando de sonar lo más cordial posible. No tengo ganas de hablar, quiero estar sola.

Sin poder quedarme en esta situación, sé que sacará algún tema del que hablar, pero yo no quiero hablar. Solo hablo con mis pensamientos no beneficios. Me levanto y tomo mi mochila para pasarla por mis hombros y dejarla ahí para bajar cada una de las gradas de dos en dos.

En cualquier momento me voy a cagar si hablo con él. Igual jamás me hablaría, ¿porque alguien hablaría con alguien tan grasa como yo? Exacto nadie.

Aquella silueta aparece detrás de mí, veo su sombra y toma mi hombro haciéndome girar sobre mi eje

—¿Qué necesitas? —interrogo volviendo a girar en mi eje par Ani hacer contacto visual.

—No nada, solo... necesitaba hablar —suena tan sincero. Pero eso no debe importarme, no nos conocemos, somos dos desconocidos el cuál estuvieron juntos en unas gradas hace un par de segundos.

—¿Y porqué no buscas a tus amigos? —me encogo de hombros sacando mi celular y teclear la contraseña y meterme a jugar Geometri Dash.

Sí, me gustan los juegos de niños. Eso no tiene nada de malo.

—Lo qué pasa es que están ocupados —dice y apago mi celular presionando el botón al lateral de este.

—Soledad —mascullo. —Se muy bien por lo que pasas, pero te acostumbrarás, las soledad se vuelve adictiva y te darás cuenta que no necesitas a esas personas que solías llamar "amigos".— Hago comillas con mis dedos.

Al finalizar de decir lo que surgía de mis pensamientos, terminé de bajar todas las gradas y comienzo a caminar en el pasto del colegio.

Los ruidos de las gradan sonando, por el choque de su calzado con aquella retumba, haciéndome retorcer por el tremendo ruido que hace.

Aquel chico se acerca a mí y comienza a contarme acerca de toda su vida y no deseo escucharlo. Me pongo los audífonos en los oídos, pero él saca un audífono de mi oído.

Se ha hecho tarde, probablemente sean las seis de la tarde y yo tenía que ir a la biblioteca, pero, nah, voy mañana. Igual no tengo nada mas que perder. Al llegar a la parada de autobús aquel chico, el cuál desconozco su nombre, continuaba hablando sobre su vida, como si me importara. Extiendo la mano y el autobús se detiene en la parada y yo subo, él sube detrás de mí, continuando su historia desde sus ancestros. Al pasar media hora llegué a la parada dónde me tengo que bajar, le pedí al conductor que parase y paró. Bajo cada una de las pocas escalera que contiene el autobús y ese chico sigue detrás de mí, pegado como un chicle.

«Por favor amigo, no te conozco y tu tampoco, dame espacio personal.» Eso es lo que quiero decir, pero claro que no puedo hacerlo, tengo educación. Camino siguiendo el sendero con los postes de luz que iluminan las calles con un color amarillento y mis pies al caminar de vez en cuando se cruzan.

Cero calorías Donde viven las historias. Descúbrelo ahora