2. El problema del agua

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Las frías gotas de agua recorren mi blanquecina piel dejando su rastro como si de una estrella fugaz se tratase, pero ni el agua fría conseguía devolverme en mi. Desde que ayer cuando el sol comenzaba a esconderse, aquellos ojos bicolor captaron mi atención para luego desaparecer entre la espesa vegetación, no he podido parar de pensar en esa majestuosa bestia y en la extraña conexión que sentí dejándome casi sin aliento. La intriga se despertó en mí, como un volcán que lleva millones de años durmiendo. Entonces recordé la sensación que sentí, pero no logró descifrarla. ¿Miedo? ¿Admiración? ¿Melancolía? ¿Envidia? O quizás sea solo la adrenalina del estar cerca de una bestia tan majestuosa como tal. ¿Por qué siento que he visto esos ojos? ¿Por qué me siento así? Mi pequeña frustración interior se vio interrumpida por el repentino corte de agua. Con champú aún en la cabeza, me enrollé en la toalla y salí del baño para ir a mirar qué había ocurrido con el agua. Bajé ruidosamente las escaleras resbalando en el último escalón.

–¡Joder! Me cago en la terraza de tu abuela– maldije acostada en el piso mientras me sobaba la cabeza y la espalda dolorida. Mi toalla se había rodado en el acto de la caída por lo que me encontraba tal como Dios me trajo al mundo, pero no me importó, pues no había nadie en mi casa. –Ah, qué dolor. Menuda ostia.– Torpemente me levanté y cojeé hasta el cuarto del contador de agua.

Revisé que las llaves estuvieran abiertas, miré el regulador marcará la presión correcta de agua, pero todo estaba en orden. Mi pequeña investigación me llevó a comprobar si el resto de grifos funcionaban pero ninguno funcionaba. Decidí llamar a la compañía encargada de distribuir el agua, llamé tres veces pero nunca me atendieron. Estaba desesperada, quería terminar de asearme para arreglar un poco el frente de la casa e ir al punto limpio a deshacerme de los muebles viejos y rotos que no fueran remedio. Solo me quedaba llamar a una persona.

–¿Quién es?– habló una joven voz.

– Hola, ¿se encuentra Nali en casa?– pregunté rezando para mis adentros.

– ¿De parte de quién?

– De Marlene.

– Enseguida se pone la señora Aicerg.– no produjo una palabra más y me dejó en espera.

– Hola, mi pequeña luz de luna.– Aún sin verla pude imaginarla sonreír con ternura al teléfono

– Hola Nali, siento llamarte tan temprano, pero es que tengo un problemilla...– hablé avergonzada.

– No te preocupes aquí todos nos levantamos temprano. Creo que ya me imagino que tipo de problema tienes,– río dulcemente– no te preocupes que aquí en mi casa tenemos unos bidones de agua preparados para estas ocasiones, mi nieto irá por ti enseguida no te preocupes.

– Nali de verdad que no hace falta, no hagas trabajar a tu nieto por favor.

– A mi nieto no le importa, irá por ti.– insistió.

– No hace falta que venga tu nieto, ya volvió el agua– mentí esperanzada que me creyera. Mentir no es uno de mis puntos fuertes pero tenía esperanzas de que me creyera.

– Vale.– su voz se escuchó lejana y colgó repentinamente sin despedirse.¿Me había escuchado?

Me senté en unas de las sillas del comedor pensando en cómo terminar de ducharme, tentando varias posibilidades como utilizar las botellas de agua potable o salir al jardín a coger agua del arroyo que pasa por ahí, pero las descarté. Llevaba un rato pensando qué hacer qué no me había percatado de que había una persona en mi casa.

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