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El ruidoso silbato proveniente de la cancha de baseball y las aclamaciones de los estudiantes jugando ciertamente le relajan, sobre todo si son los únicos sonidos que predominan aun si del otro lado de la reja solo hubiese calle, se sentía natural.

El ácido caramelo de limón finalmente se disuelve en su boca y sus impulsos por poner un tabaco sobre esta se incrementan menos de lo pensado, ruborizándose al recordar a esos ojitos sonrientes brillando a centímetros de su rostro. Pero está calmado. El peso de las correas de su mochila sobre sus hombros no se encuentra presente así que conserva la posición.

Entonces, el ruido de las suelas de unas zapatillas golpeteando contra el cemento previo a la circunferencia de la cancha lo hacen voltear hacia dicha dirección, sintiendo al viento revolver sus oscuros mechones de cabello y cubrir parte de su vista cuando lo hace. Sin embargo, eso no es suficiente para evitar que su sonrisa se incrementara en el momento exacto que el muchacho al que ha estado observando desde hace un cúmulo de días se presenta ante él.

Jisung había estado trotando con pesadez desde que salió del establecimiento escolar, pero se frena cuando nota que lo único que lo separa de Minho es un trecho de poco menos de un metro. Siendo así, da una ligera inclinación ni bien se encuentra a la distancia deseada. Minho le devuelve el gesto.

—Esta vez no traes tus libros.

—Los dejé en mi casillero, al fin y al cabo, estaban más en el suelo que en mis manos—responde el bajito. La tenue sonrisa de Lee se incrementa un poco más.

—Te veías tierno corriendo y cargando con ellos.

—Me veía como un tonto—contradice, negando repetidas veces con la cabeza y de paso reluciendo los tan divertidos como adorables rulitos rubios que conformaban a su encantador corte de pelo—Debo ir a casa ahora.

—Espera, ¿y tu bicicleta?—pregunta ahora extrañado el mayor. Apenas y había caído en cuenta de que el chico no traía nada con él.

—Una de las cubiertas se rompió, tardará un par de días hasta arreglarse. Pero está bien.

—Oh, entonces... ¿quieres dar un paseo?

Jisung observa a Minho dar dos golpecitos al asiento de su motocicleta antes de sonreírle grandemente. El repentino ventarrón que pasó por en medio de ellos hizo que en sus mejillas no predominara tanto el calor, porque la manera en la que le sonríe le hace cosquillear.

El más bajo mira hacia arriba brevemente, corroborando de que el cielo estuviese lo suficientemente azul y de esta forma se diera una idea del tiempo que le quedaba. Tal vez debería volver temprano, más si no quería que los focos de las calles se iluminaran a mitad del camino. Pero ahí estaba Minho sonriéndole tan encantador y no puede evitar aceptar complacido.

Una vez Lee se aseguró de que el menor estuviera listo, encendió el motor y emprendió viaje. Iba despacio. No solo porque no llevaran cascos sino también porque a esa hora la zona no era tan concurrida y deseaba que el trascurso se disfrutara de manera agradable para ambos, después de todo, de eso se trataba un paseo.

Siente a su cintura ser rodeada con adorable cautela seguido de un leve peso sobre su espalda. Medidas de seguridad le dicen por ahí. Entonces, hace valer el hecho de que no corrieran ningún tipo de peligro y sostiene el volante con su mano derecha, mientras que se dedica a dejar su mano restante sobre las blanquecinas manitas de Jisung entrelazadas debajo de su estómago.

Pasado un agradable período de paseo (unos veinte minutos, quizá) el mayor finalmente se detiene frente a una pequeña cafetería situada justo en una esquina de la calle, esperando paciente a que el menor se bajara del vehículo antes de poder copiar la acción.

Por un instante, los movimientos de Minho parecen ajenos a su consciencia, porque que la manera en la que se acerca para entrelazar su mano con la ajena parece natural, como si lo hubieran hecho mil veces. Pero aun si se da cuenta de lo que acaba de hacer y se acobarda por ello, es demasiado tarde. Incluso alejarse lentamente se sentiría tosco porque sería demasiado difícil disimular una acción tan inesperada como esa.

Hace lo posible para que el pánico no se refleje de forma tan evidente en su rostro, pero al parecer es demasiado obvio porque Jisung solo le sonríe con calidez, sintiendo a esos delicados dedos tocar el dorso de su mano en el momento que el muchacho cierra la suya. Parece calmado.

O tal vez solo era bueno disimulando. No lo sabe.

El mayor le sonríe de vuelta y camina junto al muchacho hacia los adentros del pequeño local, saliendo del mismo pocos minutos después con una malteada de chocolate y un bubble tea (bebida que finalmente pudo regalarle al menor pese a su insistencia para que esto no fuera así), caminando con tranquilidad hasta las mesas en el exterior justo a un lado de la gran vitrina.

Y, después de jugar un poco con las flores de papel que conformaban al centro de la pequeña mesa, el más bajo finalmente se diga a mirar al contrario.

—Hyung, ¿puedo preguntarte algo?

—Lo que quieras—responde Minho, obviando que el chico ya le había hecho una pregunta. Pero solo sonríe tranquilo.

—¿Fumas con frecuencia?—pregunta ahora Jisung mientras le da un sorbo a su bubble tea, esperando que su interrogante no estuviese tan fuera de lugar. No obstante, la expresión neutral que el mayor conserva le hace saber que no tiene de qué preocuparse.

—Solo en época de exámenes, por lo general me limito a hacerlo cuando estoy estresado o demasiado aburrido.

—¿Y bebes?

—No lo hago.

—Oh, eso es bueno—sonríe adorablemente el menor, mientras que Minho hace su mayor esfuerzo por no agarrarse el pecho ante tal encanto—Yo tampoco lo hago. Cuando estoy desanimado por los exámenes a veces me entran ganas de beber cerveza, pero lo reemplazo comprando caramelos o chocolates. Aunque tal vez no es un método muy fiable, creo que subí de peso.

—No lo has hecho, estás muy lindo.

Incluso si en otro momento se hubiese detenido a pensar dos veces antes de abrir la boca (sobre todo si no quería incomodar a alguien) esta vez su mayor intención es hacerle saber al muchacho lo que piensa de él, lo cual era una pequeñísima parte de lo que realmente le hacía sentir su sola presencia. Jisung definitivamente era el chico más bonito que había conocido en su vida.

Minho no se avergüenza ni se encoge sobre su lugar, porque se le hace realmente necesario demostrarle que no le estaba vacilando.

A diferencia de él y sus esfuerzos por no ceder a sus emociones, el muchacho rubio enrojece notoriamente. Y si bien el halago lo toma desprevenido, le pone feliz que sea el mayor quien lo diga, la forma en la que incrementa su sonrisa es suficiente para hacérselo saber.

—Tú también eres muy lindo, Minho hyung.

Narcotics ||MinSung||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora