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Paso mis manos por mi cuerpo adolorido. Se supone que no deberá de disfrutar de estos pequeños placeres, pero lo hago, cuando la ducha está encendida y siento el agua fría tocar mi piel caliente me hace sentir aliviada.

Salgo de la ducha y me miro en el espejo, los moretones aun están a plena vista y no, no son los mismos de ayer, cada día voy teniendo nuevos en mi cuerpo.

Hace ya cinco años que estoy viviendo con Lauren, entendí que no debería escaparme porque al final la que resultaba herida siempre seria yo.

Salgo de cuarto de baño y busco entre el closet alguna prenda que me guste, que se adapte a mi día a día. Sonrió tomando mis pantalones deportivos y una camiseta ancha. Quiero estar fresca y más ahora que los días se han vuelto más fríos que de costumbre.

Cuando meto el pie veo el aparato. Lauren coloco un rastreador en mi pie izquierdo, desde aquel día que me escape ella se volvió un poco más obsesiva de lo que ya estaba. Sentí que incluso sangre escurría de entre mis piernas, y aquello solo la excitaba a seguir usando mi cuerpo para su placer.

Hace cinco años que no veo completamente el exterior, la cabaña a la cual fui traída se ha vuelto mi día a día. Aunque no es del todo pequeña, es más grande de lo que imagine cuando me tome el tiempo de poder volver a caminar sin sentir el dolor en lo profundo de mí ser.

Ella coloco el rastreador el día siguiente, y cada año que sale uno nuevo lo va reemplazando, la ubicación llega directamente a su teléfono y por si fuera poco, también a su computadora que está ubicada en su oficina, en la segunda planta de esta cabaña.

Si, Lauren trabaja en casa, por lo que es casi imposible correr fuera de ella siguiendo mis pasos. Toda la cabaña tiene cámaras, incluso en el patio trasero en donde tengo cultivados varios rubros para comer en casa y con los que paso gran parte del tiempo.

No me siento mal, tampoco me siento sola, Lauren siempre está a mi alrededor, siempre esta buscando maneras para complacerme y para hacerme sentir feliz entre todo el daño que constantemente me hace.

Ya no me quejo, ya no me siento asfixiada como hace cuatro años cuando por todo quería hacer era intentar huir, entendí que nunca lo haría, así que era más fácil aprender a quedarme.

Es más fácil morir que vivir, pero aun así, tengo miedo de la muerte.

-¿Qué haces?- su voz es grave y sus pasos aunque estén en la hierba, suenan.

-Hace unos días no pudiste ir a la tienda, no podemos pedir la despensa a domicilio, así que no creo que este mal que saque del cultivo unas papas ¿O sí?- pregunto por encima de mi hombro pero sé que ella no está mirando a mi rostro

-¿Esa es mi camiseta del ejercito?- miro hacia abajo y trago hondo, hago como que aquello no me sigue intimidando.

-Me he duchado, quería estar cómoda- me inclino un poco alzando brevemente el pantalón deportivo dejando a la vista el rastreador. Ella ladea su cabeza y la siento acuclillarse a mi lado, tal cual como lo estoy yo.

-¿Y estas cómoda con ella encima?- me pregunta y asiento revolviendo la tierra con mis guantes puesto -¿Por qué quieres comer papas?- miro hacia ella.

-Quiero papas fritas, y las nuestras tienen buen sabor- asiente y toma unos guantes, ella comienza a ayudarme a revolver la tierra y sacarlas.

¿Cotidiano? ¿Afable? Rio sin ganas internamente por lo último. Aún recuerdo cuando lo dijo.

¿Afable?  |Camren G!P|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora