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Algunas personas de la fila me veían como me pasaba el labial rojo mirándome al pequeño espejo que siempre cargaba conmigo, en el pequeño bolso negro con brillos que llevaba a casi todas las fiestas. Cerré el espejo y sonreí mirando hacia el guardia, él me dejó pasar sin tener que mostrar nada.

El lugar era impresionante y muy destructivo, me gustaba esa combinación. Desde peleas de mujeres hasta personas casi teniendo sexo en un rincón. Una fiesta increíble, la describiría yo.

—¡Mar, guapa!

Apareció mi mejor amiga. Su top blanca con su falda corta pegada al cuerpo le sentaba muy bien, le hacía resaltar su bello cuerpo y su cabello ondulado ligeramente, le daba el toque.

—Corina, mi amor —nos besamos en ambas mejillas.

—¿Cómo estás?

—Bien, veo que Omar sigue haciendo bien las fiestas —miré alrededor con una sonrisa.

—Si, es un genio. El mejor organizador que hay —asegura y caminamos hacia la barra —. Dos shots de vodka, ¿o quieres tequila?

—Yo quiero tequila —le digo mirándola.

—Uno de vodka y tequila —asiente y bartender los trae —. Por una noche alocada, perra.

—Como siempre, zorra —chocamos nuestros shots.

La noche era joven, aún. Yo suelo ir pasada las diez para llegar a las once y entrar a las doce. Esa es mi rutina con las fiestas. Corina y yo bailamos para levantar miradas y ver quiénes iban a ser nuestras presas el día de hoy. Regresamos a la barra para juzgar a los chicos que habían en la casa, y también para seguir tomando.

—Ese —lo señaló disimulando —. ¿Te parece lindo?

—Siento que ese me llevaría a la cama y me desnudaría con solo verme —reímos.

—Se ve muy dominante.

—Me mola —muerdo mi labio, sexy, cuando nos mira. Corina lo saludo con la mano.

—Creo que ya tengo con quién liarme hoy —relame su labio.

—Yo también quiero —hago un puchero.

—Vale, ¿qué tal el de allá? —señala a un chico que esta sentado en el final de la barra con una expresión aburrida.

—Dios, que asco —hago una mueca y niego —. Parece un niño.

—Yo creo que es de esos tímidos pero esos esconden muchas cosas. Y a veces se hacen los difíciles —Corina mira mi expresión y ríe —. Creo que no te mola.

—Oh, si. Me encanta, lo vi y supe que quise ser suya —ironicé ladeando la cabeza.

—No seas tan dura, es lindo —lo defiende y ambas lo miramos.

—Encima carga lentes, tiene pinta de ser un nerd que flipas. De esos raritos —hago un mohín —. Paso de él.

—Oye, te apuesto que ese rarito te va a dar una noche inolvidable —río negando.

—Ya —digo con sarcasmo.

—Apuesto cien a que no te lías con él —abro los ojos como platos y casi que me atoro con el vodka —. Vamos, Mar. Yo sé que en el fondo quieres.

—Que sepas que lo haré por el dinero, el pibe ese es más anti-sexs que la mierda —dejo la botella media vacía en la mesa.

—Si, si, lo que digas —rodea los ojos divertida —. Diviértete, guapa.

Se despide con la mano y una sonrisa pícara al alejarme de ella. El efecto del alcohol surge rápido. A veces odio ser tan poco tolerante al alcohol.

Me siento a su lado, disimulando la sonrisa que tengo. La música reggaetonera del lugar hace que mueva un poco mi cabeza. Me gusta mucho el trap, el rap y el reggaeton, así que amo las fiestas que ponen música de antes. Es como volver a mi adolescencia. Que etapa más horrible la de ser adolescente.

—¿Estás solo? —pregunto, pero no lo miro.

El pobre chico casi se infarta, da un salto y se acomoda los lentes que trae.

—¿Yo? —titubea.

—Si, guapo —me giro a verlo. Bueno, es cierto, es lindo —. ¿Vienes solo o esperas a alguien?

—Estoy solo —murmura mirándome fijo, y nervioso.

—Excelente —sonrío —. ¿Que te gusta tomar?

—Ehm...

Tomo su vaso del cual quedaba muy poco, tomo de él y paso mi lengua por mi labio. Él me mira sin expresión, pero nervioso. Sonrío al saber cuál es.

—Tequila, a mi también me gusta el tequila.

—A mi me lo pidieron, no es que me gus...

—¡Dos de tequila, por favor! —le interrumpo —. ¿Y cómo te llamas?

—David —mueve sus dedos —. ¿Tú?

—Un gusto, soy Mar.

—¿Marta? —frunce su ceño y agita la cabeza —. Vaya, que casualidad...

Lo ignoro al ver que nos traen, le ofrezco y ambos chocamos para tomar. Obvio, al chico de lentes le costó más. Pareció novato al moverse exagerado al tomarlo de golpe.

—Dios, que asco.

Lo mismo dije al verte.

—¿Tienes novia? —con una sonrisa divertida lo miré.

—No —tartamudeó.

No me sorprende que estes soltero. Con tus pintas parece que no la has puesto nunca y eres de esos que miran al culo a cualquier chica que pasa por la calle. Lo cuál no me ayuda, me estás dándome mas asco. Pero una apuesta, es una apuesta, y esos cien euros me servirán mucho.

—Excelente bebé.

Al parecer mi apodo le asombró, y aún más cuando tomé su mano para levantarnos de los asientos. Reí al notar más el mareo. Todo me estaba dando vueltas pero tenía que disimularlo. Subí las escaleras con él atrás de mi, yo llevándolo de la mano cuando estaba tambaleando. Él no paraba de preguntarme si estaba bien y yo solo asentía con una sonrisa en la cara.

Yo sabía que Omar no le importaba que las habitaciones sean moteles. Así que, encontrar una habitación con parejas besándose era lo que esperaba. Cuando por fin abrí una donde no había nadie, lo halé para cerrar la puerta con seguro. Estaba a oscuras pero nos podíamos ver gracias a la pequeña lámpara en el escritorio.

—¿Mar? ¿Qué haces? —tartamudeó al ver que me quitaba la blusa.

—¿No quieres besarme, David?

—Yo no he dicho eso —se fijaba en mis pechos y sonreí al ver se sonrojaba.

—Pero no lo pensaste.

Le di un leve empujón para sentarlo en el borde de la cama. Él me miraba expectante y yo tenía una sonrisa pícara. Podría decir que antes parecía un niño, pero con el alcohol en mis venas solo veía a un guapo chico. Desabotoné su camisa y él no protestó, solo miraba con detenimiento. Cuando puse mi mano en su pecho podía notar su corazón later con fuerza y arduo.

—Esto escaló muy rápido...

No dejé decirle nada más y estampé mis labios contra los suyos. Al principio no me siguió, tal vez por la sorpresa. Luego lo intensificó, y se adueñó de mis labios. Pasaba sus manos por mi cuerpo, acariciandome y haciéndome erizar.

Y todo por cien euros.

¿Quién lo diría?

La apuesta que cambió mi vida. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora