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Parte 4.

Erik no lo defraudo. Al día siguiente, cuando habían almorzado y Charles vigilaba a los estudiantes más pequeños que jugaban en los jardines, sintió una presencia conocida y fuerte en los límites de sus protecciones mentales. Erik estaba delante de las verjas de entrada con otros mutantes.

Aunque a Charles le hubiera gustado confiar en él, no podía permitirse poner en riesgo a todos los niños mutantes, por lo que alerto inmediatamente a los demás. Moira se encargo de llevar a todos los estudiantes dentro mientras los demás, con sus uniformes de x-men, se dirigían a la entrada, en alerta.

Junto a Erik debían haber diez u once mutantes, todos con una pose tensa, pero no viéndose agresivos. Erik estaba algunos pasos delante, con su uniforme de batalla hecho jirones y un poco de sangre seca en la mejilla. Charles contuvo el impulso de acercarse a comprobar si estaba bien y observo el casco que llevaba en brazos. Aprovechando que no bloqueaba su telepatía, hablo en su mente.

— ¿Estás bien? Hay sangre en tu ropa.

Erik asintió casi imperceptiblemente, pero Charles vio una diminuta sonrisa asomar por una de sus comisuras.

— ¡Hemos venido en son de paz!—Dijo Erik con firmeza, para que todos lo oyeran con claridad—. Esta escuela dijo que siempre estará abierta para mutantes que lo necesiten y hoy, estos mutantes necesitan de un hogar y un propósito que aquí se les puede dar.

— ¿Por qué confiaríamos en tus aliados, Lensherr?—Le grito Raven antes de que Charles la detuviera con un gesto.

—Porque los que me acompañan me fueron fieles cuando derroque a mi propia hermandad. Emma Frost está muerta. Ella misma provoco su muerte cuando traiciono a los últimos mutantes que la apoyaban y ellos mismos les dieron caza. La mayoría se dio a la fuga y siguen por ahí, en alguna parte. Pero todo mutante aquí conmigo alberga buenas intenciones.

Los x-men intercambiaron miradas entre ellos, la mayoría de duda. Erik tenía razón: la escuela nunca le cerraba las puertas a un mutante, pero a su vez no podían poner en riesgo a los demás niños.

— ¿Cómo nos pruebas que están de nuestro lado y no quieren hacernos daño? —Pregunto Hank, frunciendo el ceño y acomodándose los lentes.

—Todos están dispuestos a dejar que Charles lea su mente—Respondió Erik y todos los que lo acompañaban asintieron, algunos con más entusiasmo. La mayoría no eran más que adolescentes, pero algunos lucían más desconfiados que otros.

—Me parece justo—Dijo Charles, intercambiando miradas con los demás x-men, que parecieron medianamente satisfechos—. Pero les advierto que tendré que violar su privacidad y hurgar en sus  pensamientos y recuerdos. Si están de acuerdo, pueden hacer una fila y entrar de a uno.

Hank se aposto en la verja con Scott vigilando y dejo entrar de a un mutante. Charles reviso minuciosamente la información en sus mentes. Cada una era única y tenían pensamientos, dudas o recuerdos diferentes, pero aunque algunos no confiaban en él, no pretendían hacer ningún daño. Charles comprobó que todos ellos sentían una ferviente admiración por Erik.

Al final, Raven y Hank escoltaron a los mutantes a la mansión, explicándoles las reglas y códigos para darles un paseo y para que conocieran a sus nuevos compañeros. El único detrás de la reja era Erik. Charles avanzo hasta ella, flaqueado por Scott y Sean, que observaban con desconfianza a Erik.

—No le hare daño a Charles—Les aseguro, recibiendo una mala mirada de Sean. Scott lo escruto desde detrás de sus anteojos rojos—. Como prueba de ello, les entrego mi casco. Sin él, Charles puede detenerme en cualquier momento.

Aunque mis pies pudieran llevarme lejosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora