Desesperado

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Solo quería llevarme un poco de comida a la boca, y para ello debía acudir a él. Mientras me comía me soltaba uno de sus típicos discursos, nadie le escuchaba cuando soltaba sus discursos. Yo venía hambriento, había leído y estudiado mucho, cuando se estimula demasiado al cerebro se come como un jugador de rugby después de un partido. Me había pasado unos cuantos días, alrededor de una semana, enteros en la biblioteca, comía los sandwiches de la máquina expendedora y bebía los cafés que amablemente me preparaba la bibliotecaria y dormía en un banco del parque. Había leído muchos libros de texto de diferentes materias. Había leído a Freud, a Jung. Había leído libros de física y algunos de química. Había leído a Nietzsche y Schopenhauer. Para descansar de los libros de texto leía algunos de literatura. No podía llevarme los libros porque en aquella época no tenía DNI, me mudaba tan frecuentemente e incluso dormía en la calle tantas veces que ya no merecía la pena renovarlo.  Algunos toman cocaína para concentrarse mejor, pero eso a mi no me funciona. La cocaína hace que todo vaya demasiado deprisa, el corazón late más rápido de lo que procesa el cerebro y concentrarse es imposible. Por no hablar de la estimulación de cierta parte del cuerpo que hace complicada la concentración en cualquier cosa.  Funcionaba mejor la meta, con eso si que te concentras, pero yo nunca he necesitado suplementos, ni meta, ni viagra, ni triazolam,...  Tenía, por muy cursi que suene, el poder de la voluntad. Si, es cierto, creerme que el problema no es la complejidad sino la voluntad. Está claro que no puedes triunfar en todo solo por la voluntad. Pero, por ejemplo, es casi imposible que un yonqui deje la droga si no quiere realmente. Quiero decir, muchos intentan dejar la droga, pero pocos de ellos realmente quieren hacerlo.  Por eso dejé la universidad para estudiar lo que quisiese por mi cuenta, no me gustaba que me dijesen lo que debía estudiar ni para cuando. No quiero estudiar obligado.
Bueno, me estoy yendo por las ramas. El seguía hablando y dando consejos, fingía preocuparse por ti, pero en cierto modo podías notar en su discurso que realmente disfrutaba haciendo eso, no le importaba el resto de gente una maldita mierda, solo disfrutaba siendo así. En el grupo le llamamos la madre, a sus espaldas claro, pero un día nos oyó decirlo. A diferencia de lo esperado se lo tomó bien, decía que era un poco ofensivo, por el hecho de llamarle madre y no padre, pero que se lo tomaba bien, ya que se consideraba el modelo paterno del grupo, donde todos debían acudir cuando hay un problema. Desde luego se parecía a Bernarda Alba.  Siempre decía:
-Si, es un poco ofensivo, pero ¿qué mote no lo es?.- Cuando una persona acepta sin molestias un mote ofensivo la gente suele dejar de llamarle así, ya que en cierto modo pierde su gracia. Pero nosotros seguimos llamándole madre.
- Comes como un animal- dijo
- Somos animales- respondí.
Entonces continuó con su discurso materno. Era un tipo muy iracundo, cuando se enfadaba apretaba los dientes y sonaba un crujido desagradable. Parecía que se le iban a saltar todos y cada uno de sus dientes. En más de una ocasión me había pegado a mí o a otros del grupo. Nunca le devolviamos los golpes, no por cobardía, en mi grupo eran frecuentes las peleas, incluso entre nosotros, pero eran amistosas. Éramos boxeadores, disfrutábamos de ellas. Pero no es conveniente pelear con un hombre que ha perdido los papeles si es de tu grupo.No le puedes enfurecer mas. Normalmente solo golpeaba una vez, pero en ocasiones seguía y en esas situaciones lo mejor es inmovilizar sin hacerle daño hasta que se calme. Siempre terminaba disculpándose y arrepentido. Además cuando peleas tienes que estar calmado, no debes dejarte llevar por la ira. Con la ira o el miedo de alguna manera se pierde la visión de las consecuencias, no se piensan, y peleas lanzando golpes continuos, fáciles de esquivar porque te estas quedando sin energía, y un solo contraataque ya te pone en el suelo.
- Si vas a vivir aquí vivirás bajo mis normas- Menuda frase de madre.
No había pensado en quedarme, pero resultaba una buena idea, ya que no tenía casa ni trabajo. Recogí mi comida y le di las gracias
-No hay de que- Dijo.
Me llevo hasta donde iba a dormir, le di las gracias de nuevo
-A ver si algun dia te las puedo dar yo- Dijo.

Relatos de la vida y la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora