Difícil decisión

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En la última revisión de ginecología no te dieron muy buenas noticias: tenías la matriz llena de bultos y aunque aquellos pequeños tumores no eran malos, era cuestión de tiempo que acabasen siéndolo. Tu doctora te aconsejó extirparte la matriz para prevenir un futuro cáncer.

Esa noticia hizo replantearte tu vida. Eras una joven estudiante de Historia del Arte y estabas en el mejor momento de tu vida: aún vivías con tus padres, cada dos por tres salías de fiesta e ibas de viaje con tus amigos, y estabas empezando a conocer a un chico. Aún y así tenías la ilusión de en un futuro casarte, tener hijos y formar una familia.

Tener hijos. Tenías pocas cosas claras en la vida pero una de ellas era que querías ser madre, pero una mujer no puede engendrar un bebé sin su matriz. Así que para poder cumplir ese deseo debías quedarte embarazada ya. Evidentemente el chico con el que estabas se negó rotundamente a convertirse en padre así que allí se rompió vuestra relación, y con esa negativa tu ginecóloga solo te dio dos opciones: la adopción junto a tu futuro esposo cuando llegase el momento o hacerte una inseminación artificial. Y lo peor de todo es que no te dio mucho tiempo para pensártelo: a finales de esa misma semana tenías que darle una respuesta ya que no era aconsejable posponer la operación más tiempo del necesario.

Esa decisión fue la más difícil de tu vida. Tu querías sentir a tu bebé dentro de la barriga, querías darle vida a tu propio hijo así que eso tan solo te dejaba una opción: inseminación artificial. Aunque tu familia y tus amigos te dijeron que te apoyarían en todo, ya que ellos sabían lo importante que era para ti ser madre, tomar esa decisión te aterraba. ¿Qué iba a pasar contigo a partir de ahora? Todavía estabas estudiando, todavía tenías ganas de salir de fiesta y pasarlo bien con tus amigas y dudabas de que ningún chico quisiese acercarse a ti ahora que te convertirías en madre soltera. Pero finalmente te armaste de valor y decidiste hacer realidad ese deseo: ser madre. Quizá no era algo que querías para ahora, pero si que era uno de tus sueños y sabías que no habría más oportunidades, era ahora o nunca: el tren de la maternidad jamás volvería a pasar para ti.

Ese día tus padres te acompañaron a la consulta de la ginecóloga. Tal y como te dijeron estarían a tu lado y no permitirían que pasases el embarazo sola. De hecho estaban más ilusionados ellos que tú misma, porque tú en esos momentos lo único que sentías era terror absoluto.

La ginecóloga te preguntó como te gustaría que fuera el padre y te enseñó fotos de varios chicos, todos ellos tan guapos que incluso llegaste a pensar que eso era "publicidad engañosa".

-Dime- te animó la doctora- ¿Cuál te gusta más? Este morenazo tiene unos ojos preciosos, como los tuyos ¿Te imaginas una mezcla de los dos?-

-La verdad es que no me importa mucho el físico- confesaste.

-Por supuesto- confirmó la ginecóloga- todos ellos han tenido que pasar varias pruebas para ser donantes de esperma. Te aseguro que todos pueden presumir de una salud envidiable-

-Yo... yo quiero que sea inteligente-

-Una petición muy madura- te elogió- ¿Sabes una cosa? Eres de las pocas que piden esto- te comentó sonriendo mientras buscaba en el archivo de su ordenador.

-El donante 0381 tiene un coeficiente intelectual de 148. Es el más alto que tenemos-

0381. Jamás pensaste que el padre de tu hijo sería un número.

-Si pido la muestra ahora mismo la tendremos aquí en una semana... mmm veo que viene de Asía ¿Hay algún problema? – Quiso saber la doctora.

- No, no, para mí no es ningún problema- miraste a tus padres.

-Si a ti te parece bien a nosotros también- respondieron ellos ilusionados.

-No sabía que podías recibir esperma de donantes de todo el mundo- comentaste asombrada.

-Sí. La compañía medica ha fusionado las historias clínicas de todos los centros que tiene alrededor del mundo. Ahora mismo solicito la esperma y en una semana te haremos la inseminación-.

Una semana después, tal y como la doctora prometió, la esperma llegó y te hicieron la inseminación. Durante todo el proceso no dejaste de llorar, pero no sabías si eran lágrimas de emoción, de miedo, de impotencia porque esa no era la forma en la que tu habías soñado eso, que teóricamente debía ser un momento precioso, o si el llanto era causado por una mezcla de todas ellas.

La doctora te dijo que todo había ido muy bien, que la esperma era de muy buena calidad y que tú eras muy fértil así que estaba convencida al 90% de que te habías quedado embarazada a la primera. Cuando llegaste a casa te quedaste tan solo con ropa interior delante del espejo, te pusiste de perfil, acariciaste suavemente tu barriga y con un suspiro le dijiste a tu propio reflejo:

-Pues bien... 0381... vamos a ser papas-  

Embarazada de Kim Nam-joonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora