Capítulo 03: Intervalo.

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Las luces del pasillo temblaban inevitablemente ante el eco de aquellos pasos. Pasillos angostos en una sala cuyas paredes oscuras y escasa iluminación, daban una trágica vista en tonos verde olivo o turquesas. Al fondo detrás de una reja de barrotes gruesos, un dispositivo de seguridad en la pared pedía una contraseña. Una vez los dígitos correctos eran ingresados, la cámara en una esquina del techo posaba su atención en la figura que intentaba ingresar. La reja se abría, la puerta detrás también, y la figura pasaba.

Más pasos se guiaban a lo largo de un extenso pasillo en forma de eco, ignorando por completo los gritos de horror y el llanto que se distinguía detrás de las celdas. Cada puerta blindada poseía una pequeña rejilla, y detrás de algunas pocas donde se les permitía observar, los prisioneros gritaban y pedían misericordia a la imponente figura.

La mujer continuó su camino sin siquiera inquietarse, es más, sonreía y poseía una mirada casi brillante en sus azules ojos. Un brillo dorado que por segundos parecía existir en aquellos profundos ojos, repletos de un océano de tentaciones oscuras, secretos impronunciables, blasfemias recitadas en verso y canciones de cuna para profesar pesadillas en la mente más severa.

Aquellos horrores solo eran resguardados por la pequeña vitrina transparente, que protegía aquellos orbes azules y ese iris de un tono negro oscuro, en un perfecto secreto de vida bien resguardado.

Continuó el eco y un nuevo sistema de seguridad guió a la mujer a otra puerta, y luego de que los gritos se callaran, varias puertas aparecieron, con letreros arriba cuyas lenguas alemanas declaraban qué salón se hallaba detrás de cada puerta. La figura solo se interesó en el que estaba al final, en la derecha.

Ni bien abrió la puerta y la cerró, se encontró con un cuarto oscuro en mayor parte, con ausencia casi total de luz y sin una sola persona a excepción de los guardias asignados, que protegiese el lugar y observara los crímenes inhumanos que se cometían, justo detrás del gran vidrio del cuarto que daba hacia otra parte mucho más iluminada, dividida por una pared y una puerta.

La mujer observó detrás del vidrio, aún conservando una pequeña sonrisa de deleite con lo que veía. Había llegado ya empezada la reunión, pero no le importaba en lo más mínimo. Tendría lo que quería justo ahora.

─Piedad. ¡Por favor, piedad! ─un hombre atado en una camilla observaba a todos lados dentro de la sala. El vidrio que mantenía a la mujer del otro lado era invisible para el sujeto en cuestión. Ni siquiera tenía idea de que estaba siendo observado.

─Ahora se procederá con la incisión. Acortaremos el proceso con una hora menos de duración. Prosigo.

─¡Doctor, por favor!

─Bisturí listo. Procederé con la incisión de una vez por todas.

─¡Piedad, doctor!

Nadie sabría exactamente hace cuantas horas estaba gritando aquel hombre amarrado a la camilla. Lo cierto es que el cuarto tenía aromas distinguibles y fáciles de asociar con un hospital de la época. En el caso del sujeto, no era una simple cirugía lo que estaba esperando recibir, sino otra hora de insufribles torturas sin un aparente motivo por el cual pueda retrasar su sufrimiento y darles lo que tanto querían. Simplemente lo torturaban y le negaban información al respecto.

El hombre de complexión ancha, algo jorobado y vestido con túnica blanca, cubre bocas, guantes y portando herramientas de cirugía en mano, se acercó al otro hombre y dejó aún en su lugar la grabadora que constataba todo el proceso de tortura desde hace horas.

─Doctor Moreau. ─la figura de cabellera rubia detrás del vidrio invisible finalmente habló, provocando eco en la habitación a través de un micrófono que conectaba con los parlantes del techo─. Por favor pause el proceso.

· 𝐌𝐄𝐈𝐍 𝐋𝐀𝐍𝐃 · || ᴍɪʀᴀɴᴄɪɴᴀ ꜰɪᴄDonde viven las historias. Descúbrelo ahora