Capítulo 05: Écoute Chérie.

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No había ocasión más motivadora para invertir en caprichos brillantes y costosos, que una fiesta como lo sería aquella en sus vidas. Cada año solía ser lo mismo, pero eso no significaba que los banquetes extensos y abundantes, los vestidos horriblemente caros que solo se usarían una vez para hacer competencia sobre quien gastaba más, los invitados nobles o de altos cargos, y el simple cometido de ir a divertirse con elegancia y prudencia, no valiesen la pena, o tampoco adquiriesen algún detalle distintivo que te haga recordar esa ocasión de la misma forma que la anterior. No, el cumpleaños de Su Excelencia siempre era diferente al anterior, y a su vez, de cierta forma igual.

Esa pequeña reconciliación había traído bastantes buenos recuerdos. Las relaciones eran así, después de todo; con altas y bajas, como toda buena relación que está destinada o tiene la intención de perdurar en el tiempo. Y Alcina Dimitrescu no aceptaba tener menor sabiduría que esa considerando su algo avanzada edad.

Tenía la calma y la seguridad de que todo saldría bien. El problema hasta ahora más grande, parecía haberse disuelto, o al menos, la tensión en este se acabó. Como buenas adultas que eran, podrían resolverlo todo con el diálogo.

Alcina tenía algo de miedo en el fondo, por lo apresurado y a la vez lento que parecía volverse todo en cuestión de segundos. No sabía si era la edad, las malas experiencias, o la vida en sí, que la golpeaba tan fuerte de manera que apenas procesaba un problema cuando este hace tiempo había sido planteado, y ahora tendría otra cuestión para volver a renacer con mayor intensidad.

No importaba ahora. Hizo el gran problema a un lado mientras ordenaba nuevamente su tocador. Cuestionó con ligera paciencia lo tardía que parecía ser la espera. Sus hijas habían sido bien educadas, y comprendían que el tiempo tenía un valor inigualable e irreemplazable. No era tan difícil tomarse la molestia de elegir qué combinación de medias y zapatos usar para que queden con el vestido. Alcina no lo entendía. Tenían la ocasión prevista desde hace un mes, y las compras estaban hechas. ¿Por qué tenían que dejar cosas para último momento?

─Madre... ─la voz de Bela no alcanzó la puerta de los aposentos de su progenitora, sin ya tener un rezongo como respuesta a su intromisión inadvertida.

Por nuestra santa patrona, Bela. ¿Cuántas veces te he dicho que ningún collar te beneficia si igual parece que te peinas con los dedos del pie?

─Aún no terminé con el cabello, madre. Venía a informarte que Daniela necesita tu ayuda. El cepillo se le enreda todo el tiempo, y acaba de decirme que quizás no le quedaría tan mal ir rapada a la ceremonia con un gran moño en la cabeza.

─El aceite de coco está en el cajón superior izquierdo de su tocador. Enséñale a usarlo, y no permitas que gaste el frasco.

─Sí, madre ─la rubia finalmente daba la vuelta dispuesta a retirarse, pero no alcanzó a mover un pie sin volver la vista hacia su madre nuevamente; notando lo complejo pero elegante de su arreglo en el cabello, y así una fugaz inseguridad cruzó su mente para ese entonces.

¿Pasa algo?, draga mea.

─Mhm, no. No te preocupes, madre. Iré a arreglarme.

─¿El broche es nuevo? ─con el simple gesto de dirigirle una fugaz pero acertada mirada de complicidad, Alcina logró paralizar la mente huidiza de su hija mayor─. Se ve simple pero valioso.

Bela tardó en responder, aunque su mente no dejó de darle vueltas a cómo su madre conocía tan bien lo que volvía sospechosa la actitud de sus hijas. No dejó que el miedo la controlase mucho más tiempo, así que se aclaró la garganta y apretó con ligera fuerza su mano izquierda. A sus adentros reconocía que la transparencia se volvía una debilidad cuando era poco controlada.

· 𝐌𝐄𝐈𝐍 𝐋𝐀𝐍𝐃 · || ᴍɪʀᴀɴᴄɪɴᴀ ꜰɪᴄDonde viven las historias. Descúbrelo ahora