3. Emma

86 5 2
                                    

Capítulo 3

Mercey

Al otro día me desperté temprano, me di una ducha y me preparé el desayuno. Unos huevos revueltos con un jugo de naranja, un café y dos tostadas. No soy de hacer comidas elaboradas, seré buena para la repostería pero la cocina no es lo mío.

Me senté en una de las banquetas de la cocina para poder desayunar y cogí mi móvil para revisar las últimas actualizaciones de mis redes sociales. También vi una historia de Abi donde salía ella bebiendo del pico de una botella de whisky —sí que se la pasaron bien —y otra donde salía Enzo, Matt, Fabriccio y otros chicos haciendo el juego de beer pong. No me quiero ni imaginar el nivel de resaca que tendrán hoy, de solo pensarlo me duele la cabeza.

Dejé mi móvil a un lado y terminé mi comida.

Recogí mis platos y despejé la encimera.

Hace 5 meses estaba trabajando como niñera para una madre soltera que tenía dos niños preciosos, cuidarlos no era complicado, porque eran tranquilos y aparte con ellos solía verme maratones de películas y series de Disney, los tres compartíamos ese buen gusto. Ellos si saben de películas. Pero a su madre le ofrecieron un ascenso en su trabajo en el extranjero –una oportunidad por la cual ella luchó mucho, lo digo porque fui testigo de su esfuerzo. Y se iban a mudar, por lo cual no podía continuar con el trabajo.

Comencé la búsqueda de un nuevo empleo y en todos me pedían tiempo completo, pero yo no podía, debía ir a la universidad. Aunque tampoco quería tocar el dinero que mi padre me había estado depositando. Así que no me rendí y seguí buscando un trabajo que se pudiera acomodar a mis horarios, así llegué a la cafetería de la señora Emma. Es un lugar pequeño, pero el aroma del café recién hecho, el olor de los postres, las risas de las personas y la decoración que te hace sentir como en casa lo vuelve un sitio acogedor.

Doña Emma es una señora bajita y gordita de 68 años, es un amor de persona, me ha tratado muy bien en este tiempo en que la conozco. Suele llamarme "mi niña", es como si fuera mi abuelita. Nunca viví el cariño de una abuela, ni tampoco fui la nieta engreída, pero por cómo es doña Emma conmigo, me basta para poder decir que sí tuve una abuelita presente en mi vida.

Cuando llegué a su cafetería vi un cartel donde buscaban una ayudante, cuando solicité información sobre el puesto me explicaron que buscaban una persona que ayude horneando los postres, lo cual me pareció fantástico y lo mejor era que podía realizarlos en mi casa y luego entregarlos. Dejando un día debo entregar 5 postres distintos, hoy me toca entregarlos, pero como saben, ayer no pude avanzar mucho. Así que hoy sí estaré ocupada.

Me puse el mandil y saqué los ingredientes para colocarlos en la encimera. Hoy prepararé un keke de zanahoria, un tiramisú, galletas con chispas de chocolate y biscocho de chocolate.

Empecé a cernir la harina en un bol antes de que Abi aparezca en la cocina con una mano en la cabeza y todo el maquillaje corrido. En estos momentos no se veía muy bien que digamos.

—Vaya noche —dije sonriendo mientras dejaba lo que hacía a un lado.

—No vuelvo a tomar —masculló sentándose y cruzando los brazos sobre la encimera con cara de lamento.

—Si me dieran un centavo por cada vez que he escuchado salir esa frase de tu boca, créeme, sería millonaria. —Me miró incrédula. —Es la verdad. —alcé las manos.

Mi amiga se paró y se sirvió un vaso de agua.

Rebusqué dentro del mandil —Tomate esto —le tendí un efervescente —te ayudará mucho, es bueno para la resaca.

—¿Sabes que te amo, verdad? —me abrazó.

—Sí, sí, no te preocupes —rodé los ojos. —Bueno, tengo trabajo que hacer. —dije retomando mi labor.

RaméDonde viven las historias. Descúbrelo ahora