Frozen King || Yoonmin [Adaptación]

Capitulo 23.

Los días pasaron con lentitud, ya era viernes otra vez, y la sorpresa fue grande al ver como Yoongi cruzaba el umbral del salón, con la mochila colgada con poca importancia en el hombro. Juraría que en el poco tiempo que no lo vi, su peso había disminuido y creció en altura, su cabello ahora cubría gran parte de sus profundos ojos y sus labios estaban rojos como cerezas.

Sentado, yo ahí, al lado de Jiyu, la respiración de ella se había helado, la mayoría del instituto creyó que Yoongi había muerto, fue grande la sorpresa de verlo, ignorando las palabras de Changbin y como Taeyong le gritaba por no avisarles que estaba bien, su mirada sólo estaba posada en mí, con amargura, odio podría decirse. Era la misma mirada del primer día de clases, suspiré, la historia se repetía.

Las clases avanzaban con amargura, lentitud plena, parecía que las horas no avanzaban y sólo existían segundos de hasta años de tiempo, si me entienden.

Jiyu le daba vueltas al lápiz, mientras movía la cabeza de la música que largaba su audífono a todo volumen, todavía me sorprendía que no esté un poquito sorda, aunque yo tampoco me salvo.

Cómo el masoquista que podía llegar a ser, me di la vuelta, mirando aquel lugar dónde se sentaba Yoongi con el asiento vacío y el "pasillo", para que después mi asiento se vea igual que yo en estos momentos. Los ojos de aquel Peliazul estaban sobre los míos, tenía un lápiz entre sus manos que le daba vueltas y un bolígrafo en la parte trasera de la oreja. Sus oscuros orbes estaban abiertos de gran fuerza, podía notarse el pequeño rosado que habitaba en su esclerótica.

Quien sabe cuánto tiempo estuve mirando los penetrantes del otro, podían ser minutos o segundos, muchas veces pasaban las horas volando u otras lentas como en ese instante. Perdido en sus irises, me sentí totalmente estúpido al ver como Yoongi tenía una mano levantaba mostrando el dedo medio, con poca sutileza, importando casi nada si el profesor le estaba mirando o alguien más nos veían, de todos modos, para ellos, nos llevamos mal. Me di la vuelta, ignorado el sonrojo notable de mis pómulos y la fuerte — exagerada — risa de Yoongi como fondo.

Después de tanto tiempo, el maldito timbre tocó, anunciando el bien merecido receso que quería. Casi empujaba a Changbin en el camino a la puerta, importando poco la montaña de insultos en inglés que se me vendrían encima, sólo quería perder de mi campo de vista a Yoongi. Era ilógico todo, estaba más que claro, ambos nos gustábamos, pero ¿por qué no estar juntos? Ah ya recordaba, no le tenía la suficiente confianza a su confesión por si era algún tipo de juego. Según Jiyu, Changbin y él siempre hacían bromas, más que nada en las fiestas, quien sabe.

Cuándo creí estar lo suficiente lejos del salón de clases, fui jalado de golpe, ¿es que soy un jodido saco de boxeo o un perro que me jalan todo el tiempo? Mi plano de vista fue negro, a pasar a la tan reconocida sala del conserje dónde tiempo antes había estado con Yoongi, un escalofrío por la columna vertebral hizo presencia, para sentir un suspiró detrás de mi oreja y como alguien comentaba: — ¿Puedes dejar de joderme la existencia? — y mi respiración se pausó, para darme vuelta y ver frente mío al tan famoso Peliazul que tenía a todas las chicas dementes.

— ¿Qué quieres, Min? — el nombrado sonrió con soberbia mientras aplaudía con sarcasmo y sonreía. Se pasó una mano por el mentón y su mirada se posó sobre mí.

— Trato de darte tu maldito espacio y te quedas tiempo mirándome, ¿no me puedes hacer las cosas fáciles, por favor? — dijo para luego sonreír de labios, por una brevedad de segundos me quedé examinando sus ojeras profundas cómo si el sueño nunca llegara, también sus ojos rojos delatando lo pensado y como estos contenían una leve capa cristalina pidiendo paso a las lágrimas. Si no fuera por el crujido de sus dedos, seguiría viendo los suyos por horas o una infinidad de tiempo, preguntándome que era lo que les pasaba tanto a esos brillosos y lindísimos que tenía, para ser esos agotados y tristes. — Tierra llamando a Park. — agité la cabeza volviendo a mis sentidos y contestarle: