𝑪𝒂𝒑í𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑰𝑰 𝑨𝒎𝒆𝒍𝒊𝒂

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7 de enero 2020

Roma, Italia


-Da dos pasos a la derecha.

-Estamos contra el reloj, solo dime a qué dirección ir, no cuantos malditos pasos tengo que dar.

-Le pido mis disculpas emperatriz, desea que le hable rápido, moderado o lento.

-Solo dime en que habitación se encuentra, y esta es la última vez que me llamas emperatriz, la próxima no te hare daño, voy a aplastarte tus sesos.

-Vuelta a la izquierda, segunda habitación a tu mano derecha.

-Me agrada cuando trabajas así, Antonie.

Al llegar encuentro una habitación sin seguro, sin guardias, sin seguridad, piensan mal de mí si creen que entrare así nomás, la cerradura es estable, la puerta igual, una persona normal abriría esta puerta, pero, ¿alguna vez fui normal?

Derribe la puerta, a pesar de que no sucedió nada, mi instinto noto algo, a la izquierda se encontraba mi objetivo, Eduardo Millen, famoso estafador, el cual tiene varias denuncias las cuales ninguna ha sido procesada, creo que es hora que alguien haga algo al respecto, es el momento de que valla a la cuidad donde proviene el mal.

Una bala es disparada de su Heckler & Koch VP9. En ese momento daba por segura que esa munición no llegaba a mi corazón, estaba a punto de reaccionar, cuando sentí que alguien me rodeaba, fue un movimiento brusco y seguro, diría que fue suerte o casualidad que esa bala no la recibí, sino una persona se puso al frente mío, a pesar de que esa persona mostro compasión por mí, lo aparte con un movimiento seco.

-No me esperaba dos espectaculares visitas –comento Eduardo - bienvenida su majestad y señor Lenard me sorprende que sea tan valiente, es consiente que dispuso su vida por la señorita Amelia, estimado Lenard lo imagine más inteligente.

-Solo una persona sin un pensamiento crítico sale a asesinar sin un chaleco antibalas.

Una voz ronca enfatizo en la sala, era alto, cabello castaño, diría que detesta peinarse porque su peinado estaba alborotado, pero admito que no le quedaba mal, daba un toque de misterio, el típico chico que habla para que lo escuchen, no para que el resto opine.

-Traer un chaleco antibalas es para personas que le temen a la muerte, nuestro trabajo es definir quien vive o quien no, es ridículo protegerte de algo que siempre presencias- respondí ante su opinión.

-Acaso a la muerte...

Lenard o el apodo que vino a mi mente, el chico miedoso, iba terminar de refutar ante mi opinión pero el objetivo de nosotros dos con una cara de pocos amigos termino cortándole su oración.

-Mediante a la situación en que nos encontramos, ambos vinieron a terminar con la maravillosa vida que tengo – empezó diciendo esto para incitarnos a acabar con la vida del otro, interesante-ambos pertenecen a organizaciones poderosas, aunque la señorita Amelia se destaca más, señor Lenard, –empezó dirigiéndose a el- no tiene el deseo de acabar con eso, la chica que está a su costado es una persona capaz de robar su trabajo si es lo que desea, ¿cuánto era el trato por mi cabeza?, 3 millones si la memoria no falla, usted puede...

Mi paciencia llego a su fin, decidida apreté el gatillo del arma que porto en mis manos, un tiro perfecto logra perforar la cabeza del señor Eduardo, ¿acaso pensaba que así nomás le dejaría dar su sermón?, esto no es como las películas, que los protagonistas dejan hablar al enemigo, vivimos en un mundo donde la fantasía no gobierna, sino la realidad y la crueldad.

- ¿No te enseñaron a no interrumpir a una persona hasta que deje de hablar? –con sarcasmo dirige sus palabras a mi persona.

Le respondo.

La verdadera razón sobre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora