Katniss salió a trompicones del baño, se arrastró hasta la cama y rezó para que aquel fuera el último ataque de náuseas matutinas. A la una de la tarde.
El niño, al parecer, tenía el horario tan cambiado como el de ella. Se acostaba a las cinco y media de la mañana, dormía hasta el mediodía y luego vomitaba hasta las tripas durante la hora siguiente «Qué manera de empezar el día», pensó, tendiéndose de espaldas.
Se tapó el vientre, cerró los ojos y mentalmente le suplicó al bebe que volviera a dormirse. Parecía que, desde el momento en que había averiguado que estaba embarazada, todos los síntomas habían empezado a machacarla.
El teléfono sonó, pero dejó que saltara el contestador. De todas formas, ya sabía quién era la persona que llamaba desde hace cuatro días. Peeta.
-Ángel, llámame. No puedo soportarlo. Ha pasado mucho tiempo. Te necesito.
«Te necesito. Nada de te quiero, no puedo vivir sin ti...». Cerró los ojos, incapaz aún de enfrentarse a él. Todavía trataba de hacerse a la idea de que finalmente estaba embarazada. Del hijo de Peeta. Sabía lo que ocurriría cuando él se enterara. Su sentido del honor lo obligaría a hacerse responsable de ella y su de su hijo, pero ella no lo quería así. Quería su total entrega.
«No tiene sentido que lo deje para más adelante», pensó. Tenía que decírselo. Hoy.
* * * *
Peeta estaba contento porque ya era fin de semana y no tenía que estar de guardia. Su atención a los pacientes había dejado bastante que desear durante aquella semana. Creía que necesitaba estar solo, pero aquella tranquilidad estaba consiguiendo volverlo loco.Ni siquiera había querido levantarse esa mañana. Tener que enfrentarse a un nuevo día sin Katniss le carcomía las entrañas. La había estado escuchando por la radio cada noche desde que se marchó de su casa. Solo con oír su voz se tranquilizaba. Se preguntó si ella lo estaría pasando tan mal como él.
El teléfono sonó y la voz con la que tanto había estado soñando sonó en el contestador. Peeta dio un salto hacia el teléfono y descolgó.
-Ángel -preguntó, ansioso.
-Hola, doc.¿Cómo estás?
Peeta dejó escapar un suspiro de alivio. -Fatal. Te echo de menos, Ángel.
-Yo también te echo de menos -dijo Katniss, con un nudo en la garganta.
-Entonces deja que te vea cariño. Me siento como un adicto al que le han quitado la dosis.
Katniss esbozó una sonrisa.
-Lo mismo digo.
Desde que él había vuelto de San Diego, nunca habían estado separados durante tanto tiempo, e incluso entonces se llamaban al menos dos veces a la semana.
-Podemos encontrar una solución, sé que podemos. Habla conmigo Kat.
-Puede que no te guste lo que tengo que decirte.
-Cariño, sea lo que sea, tiene que haber una solución. No puedo perderte.
-El Plum's Café, en una hora, ¿de acuerdo?
Peeta echó un vistazo rápido al reloj de la chimenea.
-Allí estaré -contestó.
Parecía tan ansioso por verla... Katniss tuvo ganas de llorar.
-Muy bien. Hasta luego.
* * * *
Katniss cruzaba la esquina mientras salía a la calle donde estaba la cafetería, cuando vio a Peeta abrazar a otra mujer. Una mujer pequeña y rubia.
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Nunca Digas Nunca
RomanceKatniss Everdeen, soltera y sin compromiso, sentía un poderoso e instintivo deseo de ser madre. Pero su mejor amigo, el doctor Peeta Mellark, no dejó entrar a su preciosa amiga al banco de esperma. Para él, algunas cosas había que conseguirlas a tra...