Capítulo 1

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-Puedes quedarte embarazada en cualquier momento Katniss -la doctora levantó la vista de los resultados de las pruebas y sonrió-. Estás en perfecta salud, lista para la operación.

Katniss Ángela Everdeen sintió un pequeño temblor de excitación.

-Sé que examináis a los donantes, pero ¿cómo exactamente?

-A cada donante se le hacen pruebas para comprobar que no tenga enfermedades o cromosomas anormales, luego se le cataloga según las características físicas -dijo la doctora, señalando los folletos y solicitudes que le había entregado-. Toda la información está ahí.

«Sí, claro», pensó Katniss, «y cuánto me va a costar». Cada intento le saldría por una buena suma. Y si necesitaba más de dos o tres, acabaría endeudada hasta las cejas.

-¿Estás segura de que quieres hacerlo, Katniss?

Katniss miró a Portia, que había sido su médico desde que tenía dieciocho años y sonrio.

-Ya lo creo.

Quería un niño, una casa llena de ellos. No sabía a qué se debía su impaciencia. Quizá era porque iba a cumplir treinta años en unos días, y los hombres casaderos no se amontonaban a su puerta. O tal vez porque todas sus hermanas tenían niños, y ser la tía que consiente a todos ya no le bastaba.

En realidad, era su trabajo nocturno en la radio lo que impedía que pudiera conocer a hombres. Ella dormía cuando la mayoría estaban despiertos y trabajaba cuando la mayoría estaban dormidos.

-Bien, entonces cuando pidas cita con la especialista -dijo la doctora-, le enviaré tu historial. Ha tenido excelentes resultados en la mayoria de sus inseminaciones anteriores.

-Espero que conmigo también -dijo Katniss, levantándose.

Se despidió, salió de la consulta y caminó apresuradamente por el pasillo, con la esperanza de salir del hospital antes de que Peeta Mellark se diera cuenta de que estaba allí y se viera obligada a mentir. Porque no pretendía decírselo. Al menos hasta que estuviera embarazada. No entendería su decisión.

Su mejor amigo desde hacía quince años tenía un auténtico problema con la idea de que hubiera hijos sin sus correspondientes padres. Y quedarse embarazada a propósito sin un marido lo sacaría de sus casillas. Al fin y al cabo, él había sido un niño sin padre, al que su madre abandonó cuando él era aún un adolescente.

Cuando lo conoció, se sentía avergonzado porque sus padres lo habían abandonado, y lo ocultaba tras una fachada de tipo duro, que Katniss tuvo que resquebrajar con paciencia. Pero mereció la pena. Y aunque él superó todo aquello y luchó para salir adelante, convirtiéndose en un gran médico pediatra, había visto cómo volvían los viejos fantasmas de Peeta en lo concerniente a la falta de una madre o un padre. Especialmente cuando él no quería tener hijos propios. Creería que con su decisión estaba evitando que la vida de un niño fuera dura, como lo había sido la suya, e intentaría convencerla para que no lo hiciera. Pero, por mucho que lo intentara, nadie iba a hacer que cambiara de opinión. Ni siquiera su mejor amigo.
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De pie en el control de enfermería, Peeta anotaba algo en un informe mientras la enfermera esperaba.

-Ví a la señorita Everdeen hace un momento, doctor Mellark.

Peeta levantó la cabeza. -¿Aquí?- Miró por las puertas de cristal.

-No tiene consulta hasta dentro de treinta minutos. Puede que la alcance.

Sonriéndole agradecido, Peeta le devolvió el pronóstico y  se dirigió hacia la puerta. Se preguntó por qué Katniss no se habría detenido para saludarle.

Nunca Digas NuncaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora