PARTE 2

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—.... Súper sexy —termina de decir mi amiga.

—Mmmh —asiento, sin prestarle demasiada atención.

De repente, el libro que sostengo entre ambas manos se desliza de entre mis dedos. Lo siguiente que veo es a Aria mirarme, algo enfurecida.

Yo la miro, algo cansada.

—¿Qué te ocurre? —pregunta con aire preocupado.

«Demasiadas cosas» —me gustaría responder.

Niego con la cabeza y me recoloco sobre la cama, cruzándome de piernas.

—Nada. ¿Y a ti? —Intento cambiar la conversación de rumbo.

Ella eleva una ceja y pone un mohín.

Bien, he conseguido que no me preste atención.

Aria baja sus ojos hasta el vestido que tiene puesto y resopla.

—Estoy terrible... —se lastima.

Yo ruedo los ojos y me levanto de la cama. Ella sigue mirándose el atuendo, algo triste. Acto seguido, tomo sus dos manos con las mías y la encamino hacia mi espejo de cuerpo entero.

Mi amiga parece algo confusa, pero se relaja al ver la sonrisa que le dedico.

—Mírate.

Ella ladea la cabeza.

—¿Y qué?

—¿Realmente no ves todo lo que eres? —digo, frunciendo el ceño.

Y justo eso pienso. Porque, aunque sea mi amiga, siempre la veré como un ser superior al resto de personas.

Y, en vez de tenerle envidia o celos, lo que siento cuando la veo es en lo afortunada que soy por tener a una mujer así como amiga. Una mujer admirable. Aunque ella no se percate de ello.

Ella arruga la nariz y gira el cuello hacia atrás para mirarme.

—¿Tú crees?

Yo alargo la comisura de mis labios y asiento, sin que la felicidad me llegue a los ojos, aunque ella no se da cuenta. Bien.

Creo que jamás he sido totalmente feliz. Y creo que jamás podré serlo, no completamente.

Después de debatir un poco sobre el atuendo de mi mejor amiga, por fin se decanta por un vestido verde esmeralda —que hacen juego con sus verdes ojos—, algo corto, pero que a ella le queda como guante en la mano.

Y toca mi turno.

Como podéis intuir, no soy mucho de vestidos, aunque si me gustan más que las horrendas faldas.

Y no me espero encontrar a Aria mirándome de arriba abajo, asintiendo con la cabeza, satisfecha con su trabajo.

Yo pongo una mueca de incomodidad. Al fin y al cabo, llevar un vestido tiene sus contras.

—Está increíble —murmura ella por lo bajo, como si hablase con otra persona que no fuese yo.

Arrugo la nariz y me cruzo de brazos, algo incómoda por mi outfit.

—¿A quién se lo dices? —pregunto, creando una ligera pero visible mueca en mi rostro.

Ella parece volver a la realidad, pues agita su cabeza y me mira, sonriendo.

—¿Eh? —dice, con la mano en la boca, mientras se muerde distraídamente una uña.

Lo sé, un vicio un tanto molesto. Pero ella al tener uñas postizas, solo se las chupa y aun así sigue estando perfecta.

Algo inefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora