PARTE 3

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Dolor. Es lo único que mi mente puede procesar.

Abro los ojos, y solo con hacer este gesto siento que la vida se me cae encima.

Mi respiración se vuelve apretada y tengo que incorporarme en la cama, donde me encuentro recostada, para no asfixiarme con mi propio aire.

Siento un fuerte dolor en la muñeca izquierda. Un dolor casi insoportable. Hago una mueca y levanto mi brazo, cubierto por una sudadera azul oscuro.

Espera... ¿qué?

Miro atentamente la ropa que llevo puesta. Claramente no es mía. Mi madre jamás dejaría que comprara sudaderas, y además, de dos o tres tallas más grandes.

De repente, mi mirada se desliza de mis manos y ropa hasta al frente. Miro a mis alrededores, perpleja.

¿Dónde narices estoy?

Mis ojos se abren involuntariamente para visualizar con detalle todo lo que me rodea.

Una habitación. Con una cama, una televisión enorme apoyada insignificantemente sobre un mueble repleto de cuadros con base blanca, pintura, pinceles, y muchas otras cosas para llevar a cabo un buen retrato.

¿Qué?

A mi izquierda hay un gran ventanal que deja ver la hermosa ciudad que se extiende a mis pies. Ladeo la cabeza y miro como estoy en un ¿edificio? Sí, una casa jamás estaría a tanta altura, imposible.

Con las ganas por el suelo pero la curiosidad por los aires, me levanto de la cama con una mueca de dolor y me dirijo, cojeando, hasta el gran ventanal.

Me duele todo...Y ni siquiera soy capaz de recordar lo sucedido las últimas veinticuatro horas.

Me apoyo vagamente sobre la buhardilla de la ventana y trago saliva al estar desubicada completamente. Mis ojos recaen sobre una chica rubia que pasea felizmente con su perro. A su lado, se encuentra una mujer un poco más mayor, corriendo y sudando en el proceso.

Entonces algo ilumina mi mente; todos tienen algo en común... lo son. Son felices.

Creo que casi me rompo el cuello al girarlo tan rápido hacia el ruido producido a mis espaldas.

El dolor vuelve a atacar mi cuerpo y mis nervios se apoderan de mi mente.

No me había percatado hasta ahora de que estaba encerrada en aquel grande lugar. Desde el otro lado de la puerta, oigo como empiezan a rodar la cerradura para poder acceder al interior de la habitación.

Mi corazón se acelera inconscientemente y solo soy capaz de pensar que, en caso de que el intruso vaya a lastimarme, no podré defenderme. No con mi estado actual.

La puerta finalmente se abre y yo abro mucho los ojos al ver quien acaba de entrar; y ahora está mirándome fijamente, como si no esperase encontrarme de tal modo.

El chico de ojos verdes, pelo castaño y muy alto me mira desde la distancia, precavidamente.

Entrecierra los ojos y me mira de arriba abajo, y creo ver un destello de incredulidad cruzar sus bonitos y grandes ojos.

Él da un paso hacia mí y yo, velozmente y a su misma vez, me levanto de la buhardilla y doy un paso hacia atrás, algo asustada.

¿Qué narices hace él aquí?

Y, como si de un balazo de tratase, un puñado de imágenes nebulosas se proyectan en mi cabeza. Miro hacia el suelo y cierro fuertemente los ojos.

Él mirando mis manos y brazos llenos de una cálida y roja sangre... Yo perdiendo la consciencia... Unos fuertes brazos sujetándome para que no cayera al suelo... Una voz.

Algo inefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora