VI: Protección

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El incesante sonido del reloj de pared resonaba en la silenciosa habitación, provocando una poco agradable sensación en Jongseong. Odiaba ése sonido, ahora más que nunca quería lanzarlo por la ventana.

Estaba sentado en el sofá de su propio departamento, con la espalda erguida y mirando a la nada, cualquiera que lo viera lo compararía con un minino en un episodio distintivo de estos animales, cuando miran a la nada como si frente a ellos yaciera algo muy importante, más allá de la compresión humana.

Sus labios estaban levemente abiertos permitiéndole respirar por la boca, ya que se rehusaba a inhalar por la nariz. El incienso que Seonwoo encendió le fatigaba, le hacía palpitar la garganta y sentía la boca seca.

Su mejor amigo se empeñó en protegerlo del ente que lo atormentaba desde la última semana. Iba por aquí y por allá, probando los métodos que consiguió en la tienda para repeler al espíritu, así como evitar que pusiera las manos sobre Jongseong una vez más.

Seonwoo fue hasta el dormitorio del mayor. Colocó una piedra de turmalina negra en vasos pequeños de cristal similares a los que se emplean para el whisky, con el objetivo de repeler y ahuyentar malas energías. Colocó siete vasos en total; uno en la mesa de noche al lado de la cama, en el baño, dos en el pasillo, en la cocina, en la sala, el último halló lugar en una repisa del lado derecho de la puerta de entrada, haciéndole compañía a algunos adornos que fueron cortesía de familiares de Jongseong, parientes que parecían haberse olvidado de su existencia.

No fue eso lo único que hizo Seonwoo, derramó pequeñas cantidades de agua bendita en cada una de las esquinas del departamento. Nunca fue muy devoto pero dada la situación, no tenían muchas alternativas y le quedó claro qué el ente que visitaba a Jongseong no era un producto imaginativo. Era real y desconocían sus intenciones.

Seonwoo tomó asiento en el sofá al lado de Jongseong tras finalizar, pero éste pareció no reparar su presencia. Se mantuvo en silencio con una mirada indiferente y expresión inescrutable, viendo hacia la pantalla apagada de la televisión.

Sería difícil, por no decir casi imposible describir la sensación que embargaba a Jongseong. Ni él mismo podría reconocerla, una parte de él se sentía triste, tanto que podría solo abrazar uno de los cojines y llorar como no lo hacía desde que era solo un infante. Otra parte de él se sentía molesto, burbujeando en ira pura. No mostraba ninguna de las dos, su expresión era como un lienzo sin usar.

—¿Escuchaste lo que dije? —cuestionó Seonwoo pasando la mano de arriba hacia abajo a escasos centímetros del rostro del mayor.

Jongseong le tomó de la muñeca, apretando con fuerza, clavando sus dedos en la piel blanca de Seonwoo quien profirió un jadeó de dolor quitando la extremidad de su agarre.

—¡¿Qué crees que haces?! —vociferó atónito, pasando los dedos sobre la marca rojiza que ocasionó la presión ejercida.

Incrédulo, Seonwoo clavó la mirada en los ojos de Jongseong que ahora le observaba. Vio cómo pasaron de ser gélidos y distantes a cálidos y amables, el mayor parpadeó varias veces seguidas. Sus labios se movieron al intentar hablar pero nada salía de su boca.

—Lo lamento, lo lamento... N-no sé por qué yo... —su frase no pudo ser terminada, se puso de pie cubriéndose la boca.

Estaba asustado al no comprender sus propios pensamientos.

Percibió un olor amargo que le provocó un retorcijón en el estómago. Apretó los ojos al igual que los puños, empezaba a odiar esa maldita sensación; el frío que le recorría la espalda y el templado aliento chocar con su oreja. Así se sentía cada vez que Jungwon estaba cerca, siendo más palpable que antes.

𝙀𝙇 𝘼𝙈𝘼𝙉𝙏𝙀 𝘿𝙀𝙇 𝘿𝙄𝘼𝘽𝙇𝙊 » 𝙅𝘼𝙔𝙒𝙊𝙉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora