¡Hola!
Debo confesar que tengo la mala costumbre de bloquearme y desaparecer de la faz de la tierra, escondiéndome en un oscuro rinconcito sin hacer nada... pero este concurso es importante para mí, así que no puedo esfumarme como si nada.
No pude terminar el relato que quería presentar para esta fase, pero de todos modos me gustaría compartir el pequeño pedazo que pude escribir antes de ser consumida por mi bloqueo. Sé que en realidad no sumará puntos para el concurso, pero ganar nunca fue mi objetivo.
P.d.: Lo siento, Mar. Siento que te falle a ti y a Katsuki. Cuando supere este bloqueo espero poder terminar el relato y compartirlo de todas formas.
¡Espero que lo disfruten!
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Las hojas de otoño brindaban calidez al sombrío paisaje que contemplaban cinco amigos esa mañana. El sol iluminaba el tejado de aquella antigua vivienda abandonada, haciendo que su fachada luzca diferente a la noche anterior, más viva. En definitiva era mucho menos terrorífica con algo de luz. Y aún así, ninguno podía evitar sentir escalofríos al contemplarla.
Todo el grupo estaba parado en la vereda en una línea, uno al lado del otro, preguntándose si lo que sucedió en ese lugar era solo una mentira o algún tipo de alucinación. Ahora que el sol iluminaba todo solo parecía un mal sueño, mejor dicho una pesadilla.
Ninguno quería entrar ahí de nuevo, no realmente, pero todos se encontraban de igual forma observando el edificio y analizando los pasos que daría a continuación. Todo por su amigo, quien insistió tanto en regresar por un objeto perdido.
—Entonces, Bakugõ... ¿Ya nos dirás que perdiste? —preguntó Kirishima con cautela.
No era la primera vez que lo cuestionaban por ese asunto, y él siempre se limitaba a contestar de la misma forma.
—Algo importante, solo deben saber eso —contestó ya harto de la situación. Frunció con más fuerza su ceño aparentando enojo, aunque su mejor amigo creía que incluso parecía preocupado por cómo apretaba su mandíbula, mas los ojos rojos de Katsuki solo reflejaban determinación. Una determinación que podría matarlos a todos.
—Oye, si quieres que volvamos ahí dentro deberías al menos decirnos qué es eso tan importante, no solo esperar que hagamos lo que dices —repuso Kaminari algo molesto, pero su expresión cambió por completo al recordar el día anterior antes de añadir—: Lo de anoche fue... fue una completa locura. Todavía no puedo procesarlo del todo.
—Yo no la llamaría de esa forma, una locura queda corto —corrigió Ashido a su lado—. Dudo que lo recuerdes bien, estabas muy drogado.
—¿Por culpa de quién? —El rubio infló sus mejillas sintiéndose algo avergonzado—. Sero dijo que eran brownies normales.
—No es mi culpa que seas tan ingenuo, Denki. —Se defendió el recién nombrado con una sonrisa taimada en la cara.
—¡Eres un estafador, viejo! Nunca volveré a confiar en ti.
Por un segundo todos parecían haberse olvidado de lo mal que la habían pasado, pudiendo disfrutar algo de normalidad luego de lo que vivieron, aunque muy en el fondo sabían que nada volvería a ser normal.
—¡Suficiente! —exclamó Bakugõ. Sentía que una de sus venas explotaría por lo irritante que encontraba la cobardía de sus amigos—. Dejen de perder el tiempo.
—Lo de anoche fue... seguramente solo fue una alucinación o algo así, no lo sé —dijo Kirishima tratando de calmarlos. Sabía muy bien que el enojo de Katsuki y las bromas de los demás era solo una forma de manejar la tensión por entrar de nuevo en aquella casa—. Es de día así que no hay nada que temer.
—Sea lo que haya sido, yo entraré. Pueden seguirme o quedarse aquí cobardes.
Bakugõ se dirigió a la casa con decisión. Sus pies golpeaban la grava del estrecho camino a la puerta principal, generando un leve sonido muy imperceptible en comparación al crujir de la madera que revestía el suelo del pórtico. Ahora, a medida que se acercaba, podía apreciar detalles escalofriantes de aquella vivienda que anoche no pudo. Su pintura clara estaba en perfectas condiciones, sin signos de hongos o humedad; las rejas no estaban torcidas para nada, protegiendo correctamente las ventanas. Una gota de sudor frío recorrió su frente con lentitud al observar los vidrios impolutos y sin fracturas en la superficie, cuando él sabía que en realidad debería haber al menos uno roto.
Quizás Katsuki nunca lo admitiría, pero se sintió aliviado al escuchar las pisadas de sus amigos detrás de él. Se sentía más seguro al saber que tendría la compañía de personas en las que confiaba, por lo que tomó el picaporte de hierro con seguridad, sintiendo el frío del material en sus manos.
Tanto el exterior como el interior de la casa estaban en perfectas condiciones, como si acabarán de terminar su construcción y decoración, cuando en realidad llevaba abandonada por más de diez años. Aún así, lo que más le sorprendió y asustó al entrar fue la figura humana que lo esperaba tras la puerta.
—Tú... —tartamudeó como pudo. De repente su rostro perdió color y la sangre se le bajó hasta los pies, a diferencia de sus cejas que se levantaron hasta ocultarse bajo su flequillo.
—Me alegra que vinieras. —Sonreíste alegre al verle.
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