𝐕𝐀𝐈𝐍𝐈𝐋𝐋𝐀 𝐘 𝐂𝐇𝐎𝐂𝐎𝐋𝐀𝐓𝐄

❝CAPÍTULO TRES❞

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El calor que emanaba aquellas sábanas y la respiración tan profunda que se escuchaba era indicador de que Teru se encontraba durmiendo. Kou pasó por la habitación de él para despertarlo, era raro que no lo hubiera hecho el solo, no necesitaba ayuda para ello pues al contrario era Teru quien los despertaba a sus hermanos para ir a la escuela.

Le dio tranquilidad al ver finalmente su hermano descansar como era debido. Se quedaba despierto hasta altas horas de la noche para así verificar que su hermano llegué en buen estado a casa. Siempre que pasaba por sus cuartos para darle un beso de buenas noches a él y a Tiara, se hacía completamente el dormido pues no quería preocuparlo ni nada por el estilo. De hecho era por el propio bien de su hermano pero él claramente prefería que Kou tenga una buena rutina de sueño a verlo despierto a las altas horas de la madrugada en las que él llegaba.

No quiso levantar a su hermano. ¿Qué tan malo podría ser faltar un día a clases? Llevaba todo el año asistiendo, no tenía falta alguna pues si de el presidente se trataba, un boletín perfecto se esperaba.

Se acercó un poco a él así verificando que tuviese un sueño profundo y que no se despertase antes de que él y Tiara se fueran pues si lo hacía, tendrían que lidiar con el sermón de sus vidas. La escuela era demasiado importante para Teru. Demasiado. Era algo para nada saludable y Kou lo sabía así que decidió tomar cartas en el asunto.

Lo tapó un poco más porque las sábanas apenas le llegaban a las caderas. Notó como Teru se acurrucó a aquella almohada que abrazaba cuando la manta templada tocó su tronco. Una sonrisa de oreja a oreja apareció en su cara. ¡Su hermano se veía realmente adorable! Debería de ser así todos los días aunque con un mejor horario. Es decir, dormir así de bien pero a horas normales pues faltar a la escuela arruinaría su estatus social.

Lentamente salió del cuarto, sus pies a cuclillas no hacían ruido. Cuando llegó a la puerta, echó un último vistazo y lo cerró levemente sin provocar algún chirrido de ella que provocara el despertar del mayor de los Minamoto.

Kou sabía cómo se sentía Teru. Sabía lo que era bailar sobre las letras de su apellido como si de un hilo colgando de primera y última letra del apellido.

Realmente es como si la "O" del apellido se hubiese enrollado al rededor de su cuello y poco a poco se apretaba cada vez más. Ser un Minamoto, te mataba lentamente. Más si eras el encargado de mantener a la ciudad en estado normal sin espectros deambulando.

Kou no lo había vivido en carne y hueso pero no era estúpido, veía como su hermano moría lentamente. En verdad pensaba que necesitaba ayuda profesional. Pero no es como si el pudiese ayudar en algo. El era como un mudo gritando por ayuda, un sordo intentando escuchar una llamada de auxilio y un ciego intentando leer un texto de ayuda.

Le era difícil no poder ayudar en nada. Vaya que lo era. Más si solo tenía catorce, ni siquiera era considerado como adulto. Nadie ayudaría a un adolescente como él.