18| La verdad.

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Escondo mis manos en un cruce de brazos, dando pisadas ansiosas con el pie izquierdo. Luego de una corta espera, la puerta de la casa de Nolan se abre y el rostro de su madre se ilumina en una sonrisa.

—Rowan, que bueno verte —Me recibe con un abrazo sin avisar.

—¿Cómo está? —Acabo de darme cuenta de que no tengo idea de cuál es su nombre—. Espero que no sea problema que venga sin avisar —me disculpo, inseguro. No acostumbro a visitar a muchas personas lejos del círculo con Zek y olvidé como funciona una amistad cuando no puedes invadir su espacio cuando te de la gana.

Ella me hace pasar, diciendo que no vuelva a insinuar que soy inoportuno. Es excesivamente amable, seguro porque a Nolan no lo visita nadie y muere de ganas de ver a su hijo socializar. ¿Tendrá una idea de lo que Nolan está ocultando? ¿De lo que quiere decirme? Uno a veces olvida que los padres saben más de lo que dicen. Muchas veces fingen estar viendo a otro lado para darnos las ilusión de indepencia.

Llama a Nolan a todo pulmón, como acostumbran en esta casa y eso me saca una sonrisa. Primero sale Jordin, consternada de escuchar mi nombre.

—Es raro verte sin Zek —acusa.

—Y a ti sin Keala.

—Bueno, no somos siameses, ¿no? —sonríe—. ¿Estás buscando a Nolan?

—Sí, creo que tenía algo que decirme.

Jordin asiente y hace un gesto con la cabeza en dirección al pasillo.

—Vamos, debe estar dormido. Tiene el sueño pesado.

Nolan envuelto en sábanas cálidas y con los ojos hinchados de dormir. Sí. Sí, por favor.

Espero afuera de su cuarto mientras Jordin le interrumpe el sueño y le avisa que estoy aquí. Momentos después, Nolan aparece con su mejor cara de espabilado.

—No sabía que estabas dormido cuando llegué —me disculpo—. No quise perder el viaje.

—¡No importa! —Con una mirada de haberse dado cuenta, cierra la boca y recupera la compostura—. No, no importa, que bueno que viniste, yo... creí que no hablaría contigo hasta después, en clases, o algo, de hecho pensé que...

Jordin desvía la mirada de nosotros con toda esta verborrea de Nolan y me alza los pulgares antes de huir del panorama. Es demasiado obvio que aquí ocurre algo y no es creíble que explique que soy hasta los momentos inocente de todo.

—Te dejé mal ese día —mi pecho se retrae. Aquí voy—. Lo lamento —pronuncio sin anestesia.

Puedo pedir disculpas diez veces por tonterías pero que horrible es darle la cara a mis errores así. No me pica una inocente disculpa al tropezarme con alguien, ¿pero pedir perdón por mis equivocaciones mirando a los ojos? Es una tortura. Será así por mucho tiempo.

—¿Crees que estoy haciendo lo correcto en tener esta conversación contigo?

Ay, ¿para que me pregunta? No me des la responsabilidad a mí, por favor.

—Si eso te hace sentir bien de alguna forma... Soy todo oídos.

Nolan toma una bocanada de aire y asintiendo, me invita a pasar.

Esta vez los nervios no son por su cercanía o por compartir en la intimidad de su espacio. Es porque sé que una avalancha de sentimientos viene a toda máquina y nada va a detenerla. Es mi turno de darle cara a ese temor mío, porque Nolan me necesita y sé lo como es estar en su lugar.

Se echa en la silla del ordenador con una postura descuidada y se rasca todo el cuero cabelludo. Yo escaneo en segundos su estructura y lo armonioso que es su cuerpo. Lo voluminoso de sus muslos y las pantorrillas definidas, sostienen bien el resto de su figura formado de los entrenamientos a los que se somete con tanta disciplina. No es ver a un chico guapo, es ver a uno dedicado.

Impostores [𝓒𝓸𝓶𝓹𝓵𝓮𝓽𝓪𝓭𝓪]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora