Un muñeco

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Antes de empezar a limpiar la casa, se propuso a buscar por todos los lugares, como cosas, libretas, cartas o algo que contuviera información acerca de su abuela y su repentino fallecimiento.

En la cocina había platos rotos, y la estufa mesa y muebles se encontraban en perfecto estado solo que muy sucias debido al tiempo sin uso.
Pero antes de salir consiguió ver rastros de sangre en el piso, solo pequeñas gotas ya secas.
Algo incómodo, salió lo más pronto de ahí, y siguió buscando.

Y al casi terminar,dio un suspiro cansado al no encontrar ningúna pista o algo que pudiera servirle.
Llegó a la parte trasera de las escaleras, para poder sacar una escoba y recogedores para empezar a limpiar esa casa, y cuando abrió la puertilla, una gran caja salió de ella y cayendo en sus pies. Dio un notable grito por el susto, más cuando se percató que solo era una caja, se tranquilizó y cargo hasta la mesita de centro de la sala.

Curioso, soplo la caja para quitarle el polvo, y cuidadosamente quitó la tapa de la caja.
Sus ojos quedaron dominados, al ver lo que había ahí.

Era un precioso muñeco de porcelana, uno que apenas sonreía pero pareciera que en cualquier momento lo haría.

Con sus manos, acaricio su lacio cabello negro, y tocó cuidadosamente las telas que lo vestían, mientras que también tocaba aveces su cara para sentir la porcelana fría; y al querer tocar su mano, se percató que tenía una hoja, cerrada por su puño, intento quítale la hoja, más no lo logro ya que pareciera que era parte del muñeco, y para no querer romper algo que era parte de el, dejo de esforzarse.

El bonito muñeco, media medio metro, no era pequeño pero tampoco tan grande, así que antes de ponerlo en alguna repisa lo sentó en el sillón.

—Espera aquí, limpiare tu casa. —Hablo con incredulidad al saber que le hablaba a un trozo de porcelana, queriendo pretender que le escucharía.

Y sin remedio, tomo la escoba y empezó a limpiar toda la casa.

Cansado por el trabajo, cayó rendido en el sillón, al lado del muñeco que aún se encontraba sentado

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Cansado por el trabajo, cayó rendido en el sillón, al lado del muñeco que aún se encontraba sentado. Dejo salir un suspiro satisfecho ante los buenos resultados, y miro detenidamente cada rincón reluciente, pues ahora que no había tablas en las ventanas había más luz así dejando ver el brillo de la madera.

Ahora que estaba acostado y tranquilo sin ningún ruido, escucho el rechinido de la madera, alarmado se levantó del sillón y miro a todos lados sin encontrar algo.

Con algo de miedo, tomo sus maletas que aún se encontraban en la entrada de la casa, y con otra mano, cargo al muñeco hasta llegar a dónde sería su habitación. Dejando al pequeño en la silla al lado de la cama, se inclino hasta estar a su altura para seguir mirando detenidamente su delicado rostro.

Intentando contenerse a besar esa pequeña cara, tomo de su mano, acercó lentamente su rostro, cerrando los ojos en el intento, más fue interrumpido y sobre saltandose un poco al escuchar como tocaban las puerta insistente.

Bufo, y con todas las ganas que tomo, bajo al segundo piso a ver quién le había molestando, y antes de que volvieran a tocar fuertemente, habrio la puerta; percató a una señora que alcanzaba los 50 años y un niño en manos. La señora solo pudo abrir los ojos sorprendida, intentando articular las palabras.

—Creí que era mentira... —Habló apenas.

Jimin un tanto ofendió ante la pica cortesía de esa, solo pudo molestarse más y responderle lo más amable que sus ganas le pudieran dar.

—¿Sucede algo? —Pregunto con una sonrisa forzada.

Y está solo se quedó callada unos instantes, y luego habló.

—Dios te cuide muchacho, la gente te odiara jovencito Park. —Y sin previo avisó, se acercó a darle un corto abrazo, y se marchó.

Jimin confundido, solo pudo hacerse dos preguntas. ¿Por qué la gente le odiaría? ¿Cómo esa sabía su apellido?

porcelain doll [YJ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora