Capítulo 4

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FENRIR

CAPÍTULO 4

El vapor llenaba el cuarto de baño, debido a que el agua, más que estar caliente parecía hervir con furia. Y ahí, bajo la regadera, se encontraba Ymir. El agua le enrojecía la piel y le causaba cierto ardor, pero disfrutaba de aquella sensación. A veces Historia solía decirle, parte en broma parte en serio, que le gustaban ese tipo de duchas porque le recordaban al lugar del cual provenían: El infierno.

Ymir sonrió.

Su reina, su diosa, su amante y ama, incluso ella pensaba que había salido de las profundidades de una oscura pesadilla. Sin embargo, a diferencia de todos, Historia no le temía, claro que no.

Porque aunque algunos le comparaban con un perro del infierno, a la reina le gustaba más verle como un lobo, un lobo monstruosamente leal, un lobo nacido para matar, un lobo llamado Fenrir, su Fenrir.

Con ese pensamiento en mente, giró el grifo y salió de la ducha. Pero no llegó a salir del cuarto de baño, porque apenas había dado un par de pasos cuando escuchó que decían su nombre. Obediente, acudió al llamado. En medio del vapor que ella mismo provocó, observó la pequeña figura de su reina, sumergida en una gran tina de color negro.

-¿Estuvo agradable tu viaje al infierno?-. Preguntó con una sonrisa.

-Bastante-. Ella también sonrió, de un modo ácido y sarcástico.

Historia le hizo una seña con la mano, diciéndole que se acercara. Ya excitada, la morena se metió al agua con ella, conocía esa pequeña rutina, sabía que a Historia le gustaba relajarse a su manera cuando se bañaba.

Conocía demasiado bien a quien le conocía aun más.

La mano de Reiss acarició su cabeza, sin dulcera alguna, sólo con erotismo, y después le empujó hacía abajo, guiando la cabeza de Ymir a sus senos. Cumpliendo tal exigencia, la morena lamió y mordió el área. No demoró nada en meter su mano entre las suaves piernas de su reina; a diferencia de ella, cuya piel estaba surcada de cicatrices, la piel de Historia era realmente tersa.

Le estimuló con el pulgar y usó dos dedos para penetrarle. A Reiss le encantaban las manos de Ymir, y lo que más le fascinaba eran sus dedos, delgados, largos y fuertes, mismos que sabían perfectamente donde tocarle. Mientras gozaba, clavó sus uñas en los hombros llenos de pecas, algunos hilillos de sangre se mezclaron con la humedad de su piel.

Unos minutos después, tras llegar al orgasmo, Historia le dijo que ya podía retirarse.

No tardó mucho vistiéndose, jamás lo hacía. Aún goteaba agua de su cabello cuando se miró al espejo; su dura mirada perforaba incluso a su propio reflejo, el deseo de sangre habitaba permanentemente en sus ojos, pues no se tenía compasión ni siquiera a si misma. Se contempló durante unos segundos, y al final, se puso sus lentes oscuros.

Retornó a la habitación para equiparse con los objetos que acostumbraba a llevar consigo: Su cuchillo preferido al lado derecho de su cinturón, su revolver tras la espalda, y un par de cosas que podían ser útiles en sus bolsillos.

Una vez lista, salió de la habitación.

Tenía trabajo por hacer.

La primera y única vez que arrestaron a Ymir, los policías involucrados no tenían ni idea de que estaban subiendo a su patrulla a la mano derecha de Historia Reiss.

De haberlo sabido, quizá habrían hecho la vista gorda.

En efecto, la morena se sentó en la parte trasera de la patrulla, pero en ningún momento dejo de sonreír, y cuando le dijeron que tenía derecho a guardar silencio, soltó una carcajada.

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