Capítulo 2

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FENRIR

CAPÍTULO 2

Reiss le soltó las cadenas, le dijo que se vendase las muñecas, ordenó que le trajesen un cambio de ropa y le entregó un cuchillo bien afilado. Según Ymir, sólo necesitaba ese objeto para hacer que el tipo aflojase la lengua. Historia le aseguró que si no lo conseguía, perdería la mano derecha. Y ella misma sería quien se la cortaría.

Esa amenaza habría hecho que otros temblasen, pero Ymir sólo asintió, restándole importancia a esa horrible posibilidad.

Creía que lo lograría.

Y si no, bueno... al menos ya no se preocuparía por su muñeca derecha.

Ambas fueron al cuarto en el cual tenían encerrado al informante.

El ojo morado del susodicho y su labio partido hacían creer que ya habían intentado hacerle hablar, pero la morena vio a través de esa pantalla de humo.

Historia tomó asiento, se cruzó de piernas y le hizo una seña a Ymir para que comenzara con lo que sea que pudiera hacer para recolectar información.

Él sonrió con burla, no obstante, su sonrisa titubeó al ver detenidamente los ojos dorados.

Ymir sólo tardó 10 minutos en lograr que él comenzará a hablar, y aunque primero pronunció mentira tras mentira, aprendió rápido que no era una buena idea jugar con su interrogadora, porque las cosas podrían ponerse realmente feas si no soltaba la verdad.

Al descubrir eso, comenzó a decir verdades a medias, sin embargo, eso no era suficiente para ninguna de las dos presentes. Y la morena no titubeó a la hora de cortar dedos, rebanándoles rodaja a rodaja, lentamente...

Los gritos del chico resonaron en la pequeña habitación. Era muy rudo y no daba el brazo a torcer fácilmente, no obstante, Ymir era más terca, más lista, más sádica.

Ese sadismo, esa crueldad, esa mueca de placer al provocar dolor, todo eso le dio un agradable espectáculo a la rubia, quien bebía una copa.

Al final, tal como Ymir prometió, consiguió toda la información que Reiss quería escuchar, y cuando ella le dio el visto bueno, Ymir le degolló sin más. La tibieza de la sangre en sus dedos le sacó una sonrisa.

A partir de ese momento, Ymir comenzó a pasar menos tiempo esposada y más tiempo al lado de Historia.

Los días fueron pasando, se convirtieron en semanas antes de darse cuenta; la morena hacía un trabajo por aquí y otro por allá, resultaba más eficaz que todos los hombres que trabajaban para Reiss. No se lo pensaba dos veces a la hora de jalar del gatillo o rajar una garganta, y no cuestionaba ninguna orden, por más retorcida que ésta fuera; eso sí, sólo escuchaba ordenes de La Reina, de nadie más, claro que no.

Era como un perro salido del infierno, que le era leal sólo a su diabólica dueña.

Por eso Reiss fue ganando confianza en ella, al mismo ritmo que fue desconfiando de todos los que estaban bajo su mando.

Ymir descubrió todas las mentiras que había en Titanes, y le dijo cada una de ellas a La Reina, sin excepciones. Enterarse de que tenía una bola de ineptos mentirosos bajo su mando hizo rabiar a Reiss; se dijo a sí misma que debió verlo venir, por el simple hecho de que esos tipos habían sido hombres de su padre y su padre estaba muerto.

La cólera le abrió pasó a la sed de venganza.

No necesitaba a ninguno de ellos.

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