Parte II.

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La primera vez que Jisoo notó a Rosé en aquel nuevo y peligroso sentimiento dentro de su cuerpo, había sido durante las vacaciones de verano cuando le habían dicho que fuera a avisarle a la más alta que el almuerzo estaba listo. Para la rubia, el recuerdo era como si hubiera sucedido ayer: si Jisoo cerraba los ojos y recordaba, podía ver la habitación brillante y de color lavanda, Hank acostado en silencio observando cada movimiento que hacía la humana frente a él y la música lo suficientemente alta como para que Rosé no se diera cuenta de su presencia mientras bailaba y cantaba al compás del nuevo disco que había comprado con su dinero bien ganado, (obviamente ayudando a sus padres en la panadería). Incluso podía recordar el olor de aquella habitación; siempre era dulce pero no al punto de provocar nauseas.

Su cabello largo y recién teñido de rosa estaba suelto, fluyendo libremente mientras la más alta movía la cabeza al ritmo de la canción, sus ojos se cerraban saboreando la letra y sus labios se movían con la voz aguda de Regina Spektor. A esas alturas, todos sabían la letra de la mayoría de esas canciones porque Rosé simplemente no podía dejar de escucharlas.

Una sonrisa apareció en su rostro cuando cantó;

— "Born like sisters to this world, In a town where blood ties are only blood...
If you never say your name out loud to anyone, They can never ever call you by it..."—, se abrazó a sí misma dando una vuelta, para poder abrir los brazos de nuevo dramáticamente y continuar bailando. Pero cuando sus ojos marrones se abrieron, Rosé gritó y se sentó en la cama mientras se agarraba el pecho ante el susto.

Jisoo se sorprendió a sí misma suspirando y sonriendo demasiado profundamente. Solo verla disfrutar de aquella manera le hacía sentir dos cosas: la primera, envidia de que la pelirosa tuviera una vida tan despreocupada con pequeños problemas y, en segundo lugar, sentirse atraída por la pelirosa. Quería bailar bajo la luz y ver sus ojos brillar con deleite escuchando su risa tonta por la diversión. En ese momento, Jisoo, sintió un cosquilleo en su pecho y tragó saliva. No... esto está mal.

Entonces, Jisoo enterró el sentimiento profundamente, muy dentro de su mente.

— ¡No te quedes ahí parada! —, Rosé gritó, arrojándole una almohada.

Jisoo había puesto los ojos en blanco, tomando la almohada ofensiva y arrojándosela de vuelta hacia su rostro. — El almuerzo está listo, Cyndi Lauper. — Informó mientras cerraba la puerta, podía escuchar aún a Rosé gemir en frustración apagando su estéreo portátil.

—[🌬]—

La campana de la panadería sonó cuando Rosé abrió la puerta y ambas entraron. Como su encuentro había sido tan repentino, necesitaban un lugar para hablar. No habían conversado hacia dónde ir, pero sabían que no irían a la casa de Rosé ni a la de Sana. Era mejor estar cómodas para lo que estaba por suceder.

Ambas se quitaron los abrigos y los colgaron junto a la puerta. Rosé hizo un gesto (sin mirarla directamente a los ojos) para que se sentaran. Le había ofrecido algo caliente (una excusa) y se encaminó a la parte de atrás de la panadería.

A Jisoo le temblaban las manos y se convenció a sí misma de que era por el frío. En el momento en que había observado a Rosé, sus pies se movieron solos yendo hacia su encuentro con la más alta. Sana la había llamado por su nombre, pero todo lo que había dicho hacía unos minutos había desaparecido.

Rosé la llamaba, estaba diciendo su nombre claro como el agua, la voz que no había escuchado en diez años solo respiró su nombre y era como si Jisoo estuviera en trance. Un hechizo lanzado sobre ella y estaba siguiendo los deseos de aquel encanto. Y la rubia llegó justo a tiempo para evitar que cayera al suelo.

Culpa | ChaesooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora