Capítulo 10 - Algo a tener en cuenta

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"La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene." - Jorge Luis Borges

Lanzo un gemido de satisfacción al dejarme caer por primera vez en todo el día sobre el mullido colchón de mi habitación. Me abrazo a la almohada, cierro los ojos y suspiro, intentando relajar mis entumecidos músculos; cuando Ariadna me avisó de que íbamos a empezar a practicar para mejorar mis poderes no me esperaba un entrenamiento como este.

Llevo dos semanas compaginando las clases de Claudia con el entrenamiento intensivo de Ariadna, y empieza a ser agotador. Y sobre todo porque todavía no he usado ni una vez mis poderes, me limito a correr de aquí para allá, a levantar pesas y a hacer flexiones una y otra vez. A este ritmo no creo que aguante el mes.

Oigo cómo llaman a la puerta y suelto unos balbuceos sin sentido.

–        ¿Cómo vas, Alex? –. Me giro para observar a una sonriente Luna, fresca como una rosa.

–        Me duele todo...

–        Es normal. Ariadna quiere sacar lo mejor de ti –. Se sienta en mi cama, sin dejar de sonreír. El color negro de su pelo poco a poco está desapareciendo y ya se notan unos bellos reflejos pelirrojos. Menos mal que Alice nos dio sólo un baño de color, de esos que se van yendo poco a poco en cada lavado.

–        Pero no entiendo por qué a ti no te obliga a hacer estas cosas.

Se tumba a mi lado, frunciendo levemente el ceño.

–        Los demás tampoco lo entienden.

–        ¿A qué te refieres? –. Intento incorporarme, pero no tengo fuerzas para ello.

–        Normalmente no suele dedicar tanto tiempo a cada uno.

Genial. No tenía bastante con sentirme explotada que ahora resulta que a mis espaldas piensan que Ariadna peca de favoritismo.

–        ¿Cómo vas con Yokai? – pregunta, intentando cambiar de tema.

Miro de reojo a ese ser invisible, intentando comprender en qué punto de nuestra relación estamos ahora mismo. No hemos hablado sobre la discusión que tuvimos, pero hemos aprendido a tener una cierta formalidad entre ambos.

–        Mejor, supongo...

Luna no dice nada, pero asiente levemente. Seguimos hablando durante un rato pero pronto mi amiga nota cómo empiezan a pesarme los párpados de puro cansancio. Se despide con una gran sonrisa de mí y sale por la puerta. Antes de poder disfrutar de nuevo de la soledad me he quedado dormida.

Vuelvo a estar frente al estudio de Ariadna. Suspiro y toco, deseando que por una vez me diga que puedo descansar de sus agotadores entrenamientos.

–        Pasa, Alex – me ordena desde el otro lado de la puerta.

Entro y me dejo caer en uno de los sillones, esperando que me explique qué vamos a hacer hoy. Está girada, mirando al infinito. Frunzo el ceño y la observo, preguntándome si es el mejor momento para preguntarle algo que llevo mucho tiempo intentando sonsacarle.

–        Ariadna, ¿se sabe algo de Michael? –. Me arrepiento al segundo de haber sido tan directa.

–        Tu amigo, ¿verdad? – Asiento con la cabeza, un gesto inútil porque ella aún no se ha girado y es incapaz de verme –. Lamentablemente, seguimos buscándolo.

Callo y pienso en él. Algo me dice que está vivo, tiene que estarlo.

Notando que su contestación me ha entristecido un poco, Ariadna se gira y sonríe, intentando cambiar de tema para que me olvide de mi amigo desaparecido por un rato.

–        Vas progresando a pasos agigantados, Alex. Hoy quiero probar algo nuevo.

Abro los ojos de par en par, emocionada.

–        ¿El qué exactamente?

–        Quiero saber en qué consiste tu poder. Estoy haciéndome una ligera idea, pero debemos conocer sus límites – Trago saliva, expectante –. ¿Preparada?

Asiento con ímpetu, intentando relajarme. Ella se levanta y coge una pequeña maceta donde unas ramitas empiezan a crecer, levantando sus tallos verdosos hacia la luz artificial del laboratorio. Observo sorprendida la planta, sin entender absolutamente nada.

–        Quiero que te concentres y le hagas a la planta lo que hiciste con Alice.

–        Pero... –. Voy a contestar cuando su mirada me atraviesa como el hielo. No es una petición, es una orden.

Cierro los ojos, intentando controlar la respiración, y me concentro en la planta, sin estar muy segura de lo que estoy haciendo, y de si lo estoy haciendo bien.

–        Inspira y espira. Imagina en tu mente la planta, imagina cómo poco a poco va marchitándose.

Sus palabras suenan más y más lejanas. Antes de darme cuenta vuelvo a sentirme etérea y libre, completamente plena. Soy esa planta, soy esa criatura que lucha por nacer de entre la tierra. Cuando vuelvo de nuevo a mi cuerpo suelto un suspiro de satisfacción, me siento como si llevase mucho tiempo hambrienta y acabase de comer un exquisito plato, llena pero tampoco empachada.

Al abrir los ojos, veo los brotes de la planta marchitos y todas las buenas vibraciones que sentía se marchan de golpe. Se me revuelve el estómago mientras comprendo cuál es mi poder.

–        Muy bien, Alex.

–        ¿Cómo que muy bien? ¡Acabo de matar a esa pobre planta! – Empiezo a sofocarme mientras subo poco a poco mi tono de voz –. ¡Si este es mi poder no quiero aprender a usarlo!

–        Escúchame, Alex – Me aprieta por los hombros y me hace mirarla fijamente –. Si este es tu poder, yo soy la primera que no voy a dejarte usarlo. Pero antes debemos comprobar una cosa.

–        ¿El qué? –. Miro de nuevo a la planta, ahora de un color pardo sin vida.

–        Quiero que intentes que vuelva a la vida.

Mi cara en esos momentos debe de ser un poema, porque Ariadna intenta ahogar una sonrisa que le nace entre los labios. Durante unos segundos nos miramos, mientras asimilo lo que acaba de pedirme que haga.

–        Está bien, lo hare –. No tengo nada que perder después de todo.

Vuelvo a cerrar los ojos e intento concentrarme, esta vez imaginándome cómo la planta empieza poco a poco a revivir. De nuevo soy etérea, pero es una sensación angustiosa, como si estuviesen arrancándome una pequeña parte de mi ser. Empieza a doler. Suelto un gemido, intentando volver a mi cuerpo, y al hacerlo abro con fuerza los ojos. Sin darme cuenta que he estado varios minutos sin respirar.

Ya no me siento llena, estoy vacía y hambrienta.

Lo primero que veo es la expresión de estupefacción de Ariadna. Intento tranquilizar mi corazón desbocado, que late como si acabase de correr una maratón. Poco a poco empiezo a girarme para ver a esa minúscula plantita sobre la que he estado jugando a ser un Dios.

Grito de sorpresa al verla. No sólo está viva, sino que ahora es enorme y preciosa, con unas hermosas hojas verdes con un leve color rojizo. Sonrío, llena de emoción.

–        Le diré a Arnold que la plante en el jardín – Ariadna me palmea suavemente el hombro –. Hemos terminado por hoy.

Me levanto, poniendo en orden todo lo que acabo de descubrir, sintiéndome un poco mejor al no haber matado a un ser vivo.

–        Entonces, ¿cuál es mi poder?

La bella mujer sonríe y señala a la planta.

–        ¿No está claro? Tienes el poder de controlar la vida y la muerte.

Asimilo esas palabras, masticándolas. Antes tenía miedo de mi poder, pero ahora siento algo peor. No puedo evitar sentir verdadero terror.

Outsiders (en español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora