Capítulo 11 - Sorpresa navideña

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"Feliz, feliz Navidad, la que hace que nos acordemos de las ilusiones de nuestra infancia, le recuerde al abuelo las alegrías de su juventud y le transporte al viajero a su chimenea y a su dulce hogar." - Charles Dickens

Me miro en el espejo y no me reconozco.

Han pasado dos meses desde que llegué a la institución Eneas y tengo la sensación de que nada queda de esa niña asustada que subió a un avión temiendo que eso era lo peor que podía pasarle.

El pelo me habrá crecido unos pocos centímetros y ya vuelve a ser de su color natural, pero sigue siendo demasiado corto para mi gusto; envidio para mis adentros a Luna, que balancea una hermosa media melena a estas alturas, de lo rápido que le crece el cabello.

Pero eso no es lo único diferente en mí., no sabría explicarlo. No es algo físico, aunque los ejercicios de Ariadna me mantienen en forma, es más bien psicológico. Como si en vez de dos meses hubieran pasado dos años.

Miro a Don, mi peluche con forma de león, que ahora mismo descansa entre mis manos, y me intento convencer a mí misma de que lo que voy a hacer es lo correcto. Suspiro y lo meto en la caja de cartón que Arnold ha sido tan amable de traerme.

–        ¿Qué piensa hacer con eso, señorita? – me ha preguntado, curioso.

–        No te preocupes, Arnold. Es sólo un experimento.

Evitar el tema era lo mejor, Arnold no estaría de acuerdo con esto. Vuelvo a suspirar y cierro la caja, con mi peluche dentro, con cinta aislante. Cojo un bolígrafo permanente y, en letras grandes y doradas, apunto una dirección y un enorme "FELIZ NAVIDAD".

Intento no pensar en los pros y los contras de lo que estoy haciendo. Es simplemente un acto inocente, un regalo de Navidad.

Cuando se hace de día y la luna se esconde, cojo la caja y avanzo por el pasillo, rumbo a la habitación de Kurt. Dos pequeños toques y me abre la puerta con una sonrisa felina.

–        Hola, bombón.

Kurt es un apuesto irlandés que debe de rondar los veintipoco años. Nadie lo comenta en voz alta, pero todos sabemos la extraña situación sentimental que tiene con Ariadna; un pequeño detalle que le permite entrar y salir a su antojo de la casa, haciendo supuestos recados para ella. Ahora me sonríe, recorriéndome con la mirada, mientras me invita a sentarme en la silla de su escritorio.

Todo un Don Juan.

–        Gracias por esto, Kurt.

–        No te preocupes. No eres la primera que me pide algo parecido.

Trago saliva y dejo el paquete sobre la mesa.

–        ¿Cuál es el pago?

–        Por ser tu primera vez, nada – Me sorprende su amabilidad, todos lo tachan de ser un tanto canalla –. Tómatelo como mi buena obra de Navidad.

Sonrío tímidamente, sin saber muy bien qué decir.

–        Gracias...

–        No hay de qué. Ya te avisaré cuando lo envíe.

Con una señal me invita a irme y yo, sin estar muy convencida, me marcho, dejando a Don en sus manos. Estoy nerviosa, pero intento serenarme. Sé que es peligroso, pero ese paquete es la única forma de que mi madre sepa que estoy bien.

Además, es Navidad.

Veinticinco de diciembre. Todos nos hemos esforzado mucho en hacer de este día algo especial. Son las primeras navidades que pasamos lejos de nuestras familias.

Outsiders (en español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora