2: ¿Carta de Hogwarts?

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La alarma general del orfanato sonó a las 7.00 en punto como todos los días de semana.

En la habitación número trece la mayoría de chicas se levantaban algo dormidas para bajar a la cocina mientras hablaban. Las más grandes de las niñas que dormían allí se ocuparon de levantar todas las persianas como de costumbre.

"Unos minutitos más" pensó Maya mientras se acurrucaba nuevamente en su cama. Lamentablemente, un almohadonazo en su cara la despertó definitivamente unos pocos minutos después.

— ¡Maya! ¡Arriba! ¡Hoy es día de intercambio! — gritó una niña rubia de dos trencitas algo despeinadas.

Sophie había llegado al orfanato apenas hace un año, y ya eran 365 días que le hacía a Maya lo mismo todas las mañanas. Tenía seis años y sus padres la abandonaron con su abuelo cuando era solo una bebé, quien murió hace ya un año y por eso terminó allí. Era solo por esa razón que dejaba que la despertara todas las mañanas así: era por pena.

La castaña gruñó tomando la almohada con la que dormía y aplastándola en su rostro.

— ¡Vamos, vamos! ¡Es tú cumpleaños! — gritó sonriente corriendo a la cocina que se encontraba en la planta baja.

Mientras la pequeña salía, una de las trabajadoras del orfanato entraba con su dulce humor de siempre, dirigiéndose hacia una cama específica como todas las mañanas. Al ver a la niña que tapaba su rostro, sonrió y corrió suavemente la almohada para que la mirase.

Maya no se resistió, pero aún persevero con los ojos cerrados. Intentando levantarla de una vez por todas, la mujer acarició lentamente el cabello de la niña.

— Vamos Maya, arriba. La madre Concepción se enojará si no están todos abajo. Hoy recibimos a los nuevos — habló la mujer con una pequeña sonrisa al ver a la niña.

Ella era Kate, Kate Anderson. Fue la adolescente que recogió a Maya de la puerta del orfanato esa oscura noche de noviembre. En su momento, ellas se conocieron cuando Kate tenía solo 15 años, pero ahora tiene 25 y trabaja en el orfanato que algún momento la hospedó y fue su hogar.

Kate estudiaba una carrera. La arquitectura siempre llamó su atención y estaba a solo meses de recibirse. Su sueño era que cuando lo hiciera, dejaría el trabajo del orfanato y trabajaría para lo que estudio. Conseguiría una casa y empezaría a formar su familia. Hasta ese momento, estaba estancada en ese horrible orfanato intentando animar a los niños como ella en su momento quiso ser animada.

Cabe aclarar que ejercía una clara debilidad por Maya sobre todos los demás niños. Al ser quien la había recogido, la protegió desde el primer instante y se comportó como una gran hermana mayor para ella.

Maya se sentó algo enfadada en su cama y Kate no pudo evitar reír por sus pelos de punta y su semblante cansado.

— Feliz cumpleaños — dijo sonrientemente dándole un beso en la cabeza. Luego revolvió su bolsillo y sacó una carta que asombró a quien la recibía — En realidad llegó hace como una semana, pero quise dártela hoy ya que nunca recibes nada y es tu día especial.

Maya la analizó emocionada — ¿En serio? ¿Para mí? —. Asintió sonriente recibiendo como respuesta un gran abrazo por parte de la niña — ¡Gracias, gracias, gracias! — dijo aferrando sus cuerpos.

— Denada, pulga — le respondió con una sonrisa correspondiendo a su gran abrazo.

Maya no pudo evitar pensar en quién podía ser. Literalmente no conocía a nadie que no fuera del orfanato o amigos de Kate.

Interrumpió nuestro momento la madre Concepción, directora del orfanato, sorprendiéndonos cuando golpeaba las camas de los dormidos con el látigo como todas las mañanas. Casi nunca lastimaba a niños con él, pero servía para asustar y mantener el orden por sobre todo con los más chicos.

Por la leyendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora