El alma del mar

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Hace tiempo, cuando estaba en la secundaria, mi mamá me contó un acontecimiento muy extraño que sucedió conmigo cuando era pequeña.
La playa siempre fue uno de mis lugares favoritos para vacacionar con mi familia, la brisa del mar, el calor del sol y el sabor salado del agua. Siempre al llegar era la primera en entrar y la última en querer irse, despedirme del océano era muy difícil para mí.

Una tarde, después del atardecer, teníamos que irnos antes de que comenzara a oscurecer completamente, ya que la carretera era poco iluminada y algo peligrosa.
Como siempre, antes de que todos se fueran, yo estaba en la orilla del mar mirando hacia el frente. Mi madre tomó mi mano y dijo que nos debíamos ir, así que me arrastró con ella.

Siempre repite que me sintió mucho más pesada, fría y callada. Pero pensó que era porque se hacía tarde y como siempre, no quería irme. Todos subimos al auto y salimos en camino a casa; mi madre recuerda que yo estuve demasiado silenciosa y cuando miraba por el retrovisor o algún espejo, yo estaba mirándola de manera fija.

Los siguientes dos días después de ese estuve postrada en cama con fiebre muy alta. Pero al llegar la madrugada sucedía algo extraño, la despertaba el ruido del grifo de agua abierto totalmente, frente a él estaba la pequeña yo, mirando el agua como si fuera lo más interesante del mundo. Ella dice que mi mirada era sombría y le daba escalofríos acercarse para llevarme de nuevo a la cama, así que solamente cerraba la llave del agua y yo caminaba lentamente de vuelta a la cama.

Sin saber qué más hacer, le contó lo que sucedía a mi abuela, ella escuchó atentamente y le preguntó:

-¿Estas segura que trajiste a tu hija de la playa?

Ella no entendía la pregunta, obviamente era ella. Pero solo físicamente. Mi abuela le contó entonces sobre el espíritu del mar, que juega con los niños pequeños y antes de que los padres puedan llevárselos, los reemplaza con gotas de agua salada. La única forma de hacer regresar a un niño del espíritu del mar, es llamando a su nombre, hasta que el niño conteste.

Mi madre salio corriendo dándole las gracias, y completamente sola regresó a la playa de donde habíamos salido la última vez. Al llegar se puso a la orilla del mar y ahuecó las manos a los lados de su boca para hacerse oír.

-¡Vamonos Melissa! ¡Es hora de irnos!

Repitió lo mismo dos o tres veces, entonces escuchó pasos de alguien corriendo por la arena, era yo. Tenía piedras y caracolas en las manos, con una sonrisa volvía de algún lado. Me abrazó y dio un beso en la frente, para después tomar mi cálida mano y llevarme de regreso a casa, donde la gota de mar había desaparecido dejando una brisa salada en el ambiente.

Una vez me contaron...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora