Luz de Luna

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Desperté en medio de susurros, el peso del cansancio caía en mis párpados. Al intentar volver a dormir lo escuché una vez más; era como el viento, suave y de prisa, pero con una palabra que pronunciaba con claridad.
Decía mi nombre.
Como pude quité el pesado velo del cansancio sobre mi rostro y me incorporé de a poco al lado de mi compañero, quién seguía dormido y completamente ajeno a lo que yo hacía o percibía. Preferí dejarlo de esa manera.
Me acomodé el camisón blanco y puse los pies descalzos en el suelo de madera, el cuál se quejó bajo mi peso. Miré una última vez sobre el hombro para darme cuenta que él continuaba dormido.

De nuevo escuché mi nombre en un par de susurros del viento. Emprendí mi camino fuera del dormitorio, abrí la puerta con delicadeza y me asomé por el pasillo hacia la puerta que daba acceso a la popa del barco. Una vez abierta el viento daba de lleno en mis oídos, agitando mi cabello y el holán de mi camisón con fuerza; cerré la puerta detrás de mí para que no entrara más.
Caminé un par de pasos inseguros buscando lo que susurraba mi nombre. A pesar del viento el mar estaba calmado, balanceando el barco con su natural oleaje. Después de un par de minutos en silencio decidí volver al camarote a dormir, un par de pasos hacia atrás y con la mano en el picaporte de la puerta, eso me volvió a llamar con mayor fuerza.

Miré hacia atrás y observé con fascinación. La luna estaba muy brillante sobre el mar, más cerca de lo que la había visto nunca, dejando un manto de luz plateada, como si de una alfombra se tratase, desde su lugar hasta el barco. Me acerqué con algunos pasos hacia la baranda de seguridad. No tuve miedo en ningún momento, mi cuando miré el largo camino de plata, ni cuando salté desde la popa hacia él.
Mis pies tocaron el agua y parecían toparse con algo sólido, haciéndome trastabillar un momento antes de recuperar el equilibrio y mantenerme de pie sobre el mar. El barco de hallaba inmóvil detrás de mi, mientras la Luna continuaba llamando mi nombre. Escuchaba además el tintineo de estrellas, como cucharas de plata contra copas de cristal.

Después de pensarlo un momento me sentí en un trance. Comencé a dar pasos cortos, el agua pasaba por encima del camino sólido bajo mis pies, con un dejo cálido y cosquillas de sal entre mis dedos. Con cada metro que me acercaba, la Luna comenzaba a mirarse más cercana, más brillante e hipnotizante. Una vez llegué debajo de ella parecía querer bajar, la luz era más intensa ahí debajo, los tintineos más fuertes y la calidez bajo mis pies más líquida.

El viento continuaba diciendo mi nombre una y otra vez, hasta que escuché una voz grave que lo gritó, sacándome del trance. Miré hacia el barco y apoyado en el barandal se encontraba él, con la camisa a medio poner y el cabello alborotado por el viento. Miré una vez más a la luna frente a mí, como un líquido brillante en una burbuja perlada. El grito sonaba sobre los susurros, sobre los tintineos, pero al voltear e intentar tomar el camino de nuevo hacia él, la luz blanca de la Luna me tomó completamente, dejándome caer como una aguja hacia el mar.

Una vez me contaron...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora