Capítulo I. Primavera. Spring: Rebirth. Marionetas

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There's a darkness on the edge of town'. Lorde

Buenos Aires. Marzo. 1998.

A veces, todos nos sentimos más cerca del infierno que del cielo, una vez me acusaron de ser una bruja y seguramente ese sería el lugar donde debería estar según determinadas creencias y religiones, por dentro me sentí descubierta, pero sin embargo, callé sin meditarlo, deseando no delatarme en una sonrisa, pero les contaré que encierra la palabra 'bruja', deviene de una antiquísima práctica egipcia llamada baq que significa: Poder femenino, mujer de poder o que conoce su poder y lo usa a través de palabras mágicas, mujer empoderada y otro montón de estigmas y acepciones, ojala algo de eso tuviera que ver conmigo, en realidad, pensé que lo decían porque rio cuando todos lloran y lloro, cuando todos ríen.

Mucho me habían hablado de esa sugerente ceremonia secreta, tan curiosa como siempre lo fui, caminé sola por las heladas calles de adoquines, marzo aún no terminaba, pero la mañana era tan fría que aceleré mis pasos, hasta llegar al lugar indicado y detenerme a observar con encanto, las ruinas de aquella casa que evidenciaban lo antigua que era, la casona había sido devorada vorazmente por las llamas, al parecer consumida por un terrible incendio hace muchos años atrás, ese espacio solía ser nuestro refugio, aunque coincidíamos que no había refugio que considerar en esta ciudad, donde por más juntos que estuviéramos, nos sentíamos tan desamparados.

Cuando ingresé al antiguo recinto, nadie había llegado todavía, era un día especial porque Camila y Helena me presentarían a su nueva amiga, una tal María Pía, alguien que habían conocido recientemente, ellas eran las mentoras de una especie de grupo o clan, alguna clase de congregación con ciertas creencias ingenuas sobre el Satanismo, adoptando una particular visión de la religión que terminaba derivando en una confusa fascinación por el diablo, aunque en realidad, nada era tomado demasiado en serio.

Helena, más conocida como Miss Helen, era dueña de una oscura y sedosa cabellera, unas largas piernas enfundadas en medias de red negras, casi siempre despreocupadamente deshilachadas y una piel de porcelana que dejaba al descubierto sus dieciocho años, sus rasgos se mantenían inexpresivos la mayor parte del tiempo, sus ojos y cejas le daban un toque dramático a su rostro y personalidad, tan madura para sus pocos años.

Miss Helen siempre iba acompañada por Camila Smith, una rubia platinada que parecía escapada de un film Hollywoodense de los años '50, sus rarísimos ojos grisáceos y carnosos labios cubiertos de lápiz labial bordo, la hacían lucir como una diva, tenía veinte años y un aire aniñado, casi nunca sonreía, ni levantaba mucho la voz, la mayoría de las veces llegaba muy abrigada, tapada hasta el cuello con un tapado de cuero negro que delataba su acomodada situación económica.

Todavía no sabía sí considerarla mi amiga, no me despertaba esa confianza suficiente como para confesarle mis secretos​ o revelaciones más íntimas y quizás era así, porque ella también era muy reservada en esos aspectos conmigo, a pesar de ser la única de nosotros que mantenía un contacto frecuente con sus padres, llevaba una vida muy independiente.

Deambulé por la casona un largo rato, mientras esperaba oír algún sonido que delatara el frenar brusco de su automóvil y observarlas entrar a nuestro lugar preferido en medio de la abrumadora urbanidad, aguzando el oído, no percibí ninguna señal concreta que me anunciara que las oscuras damas ya estaban allí, nada se oía esa mañana, todo permanecía en calma, sólo el despegar de los aviones se escuchaba a lo lejos, recordándome estar en La Costanera Sur y que muy cerca se encontraba el aeroparque.

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