Duele saber que eres el amigo frío que siempre está ahí.
Duele saber que a pesar de todo y al final de cuentas, después de cada puerta cerrada estás tú.
Duele saber que me dices reiteradamente que me lo has dicho y hice caso omiso.
Duele saber que intentas obligarme a pensar cuando lo que quiero es olvidar.
Duele saber que hay días que hasta el aire que respiro, lastima mis pulmones, porque a veces no es suficiente, ya no lo es.
Duele saber que aunque vivo, los pensamientos que tengo son destructivos.
Duele saber que debe amanecer, mirarme al espejo, y hacerme la fuerte porque ser fuerte es lo único que queda por hacer.
Duele saber que no entiendes que lo mío es diferente, y aunque lo intente, ya no hay nada más que pueda hacer para que mi mente se detenga momentáneamente.
Duele saber que al mirarme no encuentras nada más que soledad, porque la soledad se ha impregnado en mi piel como aquel recuerdo cruel que me marcó en mi niñez.
Y duele saber que tú nunca te das cuenta, porque no puedes entender ni comprender lo que muchas veces piel te lo grita sin querer.
Y jamás te has dado cuenta que por más que tenga heridas cicatrizadas, siempre vuelven a doler.