3.Mierda acumulada

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Capítulo 3

El frio era potente, por suerte la librería tenía calefacción y tantos cafés para calentarme como quisiera, la campanilla de la puerta sonó, confundida observé como Daniela me sonreía al entrar junto a John.

-Hola Allegra-Saludó sonriente Daniela una chica Morocha y esbelta que organizaba todas las fiestas que podían haber en nuestro instituto

-Hola-Me limite a saludar-¿En que puedo ayudarlos?

-Venía a disculparme por no haberte invitado a la fiesta del otro día-Su sonrisa trataba de parecer autentica pero yo sabía que no lo era-No te invité porque insinué que no querrías venir, porque eres tan...-

-¿Tan?-Pregunté conteniendo mi enojo

-Tan tu-Dijo con una cara desagradable observando los libros y mirándome de arriba abajo-En fin-Dijo volviendo a sonreír-Ya nos íbamos, adiós Allegra-

-Lo siento-Moduló sin hablar John, siempre está detrás de Daniela, solo porque quiere acostarse con ella, aunque ya lo han hecho varias veces, pero parece que su amigo es insaciable.

Daniela quedó pasmada al darse vuelta y encontrarse con el nieto de Rubén detrás de la puerta. Le sonrió como una tonta y luego de giñarle el ojo salió del local. La puerta se cerró, mi respiración volvió a hacer cosas. Me observó de arriba abajo con la misma mirada fría y pasó por detrás mío sin mirarme.

-¿Qué haces?-Pregunté tratando de sonar seca, pero ninguna respuesta llegó

Subió las escaleras del altillo y en un instante volvió a bajar buscando la funda de su guitarra. Se encaminó de nuevo hacia la puerta sin dirigirme la mirada. Antes de tomar la manija dudó

-Deberías haberle dicho toda la mierda que acumulaste dentro-Dijo de espaldas hacia mí, su voz seguía tediosa

-¿Qué?-Pregunté confundida

-Ya lo entendiste-Su voz volvió a sonar hostil antes de salir por la puerta, dejándome sola con todo el enojo dentro

Yo creo que las personas batallamos la tristeza de distintas maneras, con distintas reacciones, distintos pensamientos y sensaciones. Rubén está demasiado triste y su nieto demasiado enojado. Aunque para mí el enojo suele esconder la tristeza, es como una máscara que solo puede sacarte quien te vuelve vulnerable.

...

Los días pasaron y no lo volví a ver, solo me cruzaba a Rubén algunos días de la semana para ver cómo me encontraba, se lo veía igual de triste que siempre.

La puerta del local se abrió haciéndome sacar mis ojos de las páginas sin esperar lo que se encontraba detrás del mostrador. El nieto de Rubén entraba estirando sus dedos despacio mientras fruncía el ceño, sus nudillos estaban sangrando.

-¿Qué pasó?-Me apresuré a decir confusa, no me miró seguía con sus ojos clavados en sus manos aunque parecía no estar tan presente. Se recostó sobre la mesa de libros que estaba contra la pared.

-Puedes contestarme alguna vez, no se para que viniste, pero podrías irte a tu casa y a mí no me molestaría-Dije malhumorada, seguía sin mirarme ni contestarme, por lo que me resigné a seguir preguntando y comencé a sacar y ordenar los libros nuevos de las cajas. Era un chico extraño pero yo de eso no podía hablar. No sé cuánto tiempo pasó, solo sé que había terminado de ordenar los libros nuevos y él seguía allí perdido en quien sabe qué. Estaba comenzando a anochecer el frio se sentía aún más.

-¿Tienes algún botiquín?-Preguntó, sus ojos enojados se clavaron en mi por primera vez. Me decidí a no decirle nada, solo busqué el botiquín debajo del mostrador y se lo di, observé como tomaba el agua oxigenada echándosela en la herida sin siquiera reaccionar y colocarse la venda. Suspiró con agotamiento

-¿Puedes atar la venda?-Dudé un instante si lo que estaba diciendo iba dirigido a mí, cuando me volvió a mirar lo confirme. Caminé hacia la mesada y quedé frente a él, elevó su mano para que pudiera atar las vendas y así lo hice, al terminar lo miré de reojo, sus oscuros y penetrantes ojos mi miraban fijamente. Me separé al instante soltando su mano con fuerza

-¿Quieres café?-No sé de dónde salió toda esa amabilidad

-Si- Contestó seco

Preparé las dos tazas de café y le tendí la suya.

-¿Que le pasó a tu mano?-Lo observé apoyada en el mostrador, mientras tomaba un sorbo de café cerrando mis ojos.

-No sabía que golpeabas a personas por deporte-Continué, mientras observaba lo fastidioso que lo puso mi comentario

-No golpeo a las personas-Apoyó bruscamente la taza de café en la mesada

- ¿Por qué te empeñas tanto en querer saberlo todo?, como si tuvieras el derecho a saber todo lo que ocurre, como si fueras superior. Podrías dejar a un lado tu inútil necesidad de ayudar a los demás y ver por que no tienes amigos y estas enfrascada en una realidad donde estas tú sola y tus libros. Nadie más y dudo que alguien más quiera unirse a ese mundo- Y así salió otra vez por la puerta, con mi mirada borrosa en su nuca y esas ganas infrenables de querer llorar

TACITURNODonde viven las historias. Descúbrelo ahora