4. Dime tu nombre

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Capítulo 4

El primer finde semana de invierno llegó con él aumentaron los turistas, aunque no tanto como los años anteriores, por lo que cerrábamos más tarde la librería.

El sabor a café recién molido era el mejor, intenso pero cremoso, mamá cocinó para mí unas galletas de avena y vainilla, combinaban a la perfección. Definitivamente este era mi lugar en el mundo, las luces cálidas me acobijaban al igual que el calor que producían las estufas y el aroma a libros, vainilla y café era delicioso. Un ruido me trajo de vuelta de mis pensamientos. Me encontraba agachada detrás de una mesada repleta de libros. El sonido de la llave y la puerta abriéndose y volviendo a cerrarse me asustó, nadie además de Rubén y yo tenía la llave. Observé en máximo silencio por los espacios que quedaban entre los libros. Vi su figura, el cuerpo del idiota nieto de Rubén.

Definitivamente no se dio cuenta de que yo me encontraba a metros de donde él estaba. Intenté hacer todo el silencio posible, llevaba capucha, pero su pelo desordenado saliendo en diferentes direcciones me hacía identificarlo. Desdobló la escalera del altillo y subió allí arriba. Decidí quedarme donde estaba, a los cinco minutos comencé a escuchar acordes de guitarra, eran muy suaves, parecía que apenas las tocaba, pero nunca duraban demasiado tiempo, siempre acababan antes de siquiera empezar. Oí demasiadas repeticiones de los mismos acordes, apoyé mi cabeza contra una pila de libros y cerré mis ojos disfrutando de aquellas melodías. La música siempre causaba sentimientos en mí, aunque nunca tuve el talento con ningún instrumento. Pero estaba totalmente encantada con poseer el privilegio de poder oírla. Un golpe fuerte retumbó en todo el lugar, me sobresalté y abrí mis ojos. Escuché sus aceleradas respiraciones hacer eco en el altillo, para luego romper en llanto, era un llanto desenfrenado, ahogado y no muy alto, pero si podía oírlo. Me sentía mal, pero o tenía intenciones de interrumpir lo que fuese aquella situación, así que volví a cerrar mis ojos con la nuca en los libros escuchando sus respiraciones con el ceño fruncido obligándome a hacer silencio.

Quizás habría una forma de ayudar, se que no debía meterme, ni si quiera lo conocía y lo que menos necesitaba en estos momentos era mas caos que resolver. Además me había dejado claro mi lugar en todo esto pero sabia que mi cabeza no iba a dejarme tranquila.

Varios minutos pasaron hasta que dejó de llorar, fui de rodillas gateando hasta la puerta sin hacer el más mínimo ruido. Abrí y cerré la puerta muy fuerte intencionalmente.

-¿Hola?-Esperé unos minutos pero no contestó-¿Hay alguien aquí?-Mi voz sonó más fuerte, él saltó del altillo quedando detrás del mostrador

-Otra vez tú-Dijo con las manos en los bolsillos observándome serio

Un largó silencio se formó, sin pensarlo demasiado me atreví a hablar

-Ven conmigo-Dije seca

Me miró y subió directo al altillo ¿Por qué pensaba que aquello iba a funcionar? ni siquiera me conocía y lo único que había hecho hasta ahora era insultarnos en mil idiomas. Tomé mis cosas detrás del mostrador y salí del lugar, no sé cómo no había visto mis cosas apenas entró.

La noche estaba helada al igual que el viento, pero el cielo era una maravilla, estaba repleto de estrellas que centellaban como luces plateadas por todas partes. Debía escribir esto luego "centellaban como luces plateadas" sería una buena descripción para que alguien lo leyera. Observé el cielo una vez más y después de un largo suspiro tomé mi celular para llamar a papá.

- ¿No vas a esperarme? -Su voz fuerte me sorprendió, giré hacia él, estaba cargando su guitarra en la espalda. Mis labios efectuaron una sonrisa inmediata, no pude prevenirla. Su mirada volvió a ser penetrante, corrí mi vista inmediatamente Tosí -Em... si, vamos-

TACITURNODonde viven las historias. Descúbrelo ahora