—¡No quiero!— Reclamó el pequeño Yuuji, pataleando.
La maldición solo suspiró con pesadez, sin molestarse a mirarlo mientras lo tenía levantado por su camiseta y lo llevaba escaleras arriba, hacia su habitación.
Ya se había rendido respecto a sus planes iniciales de deshacerse del niño, o al menos, los había dejado de lado por el momento. Tenía algo intrigante que lo empujó a mantenerse cerca un poco más, y aún no lograba descifrar qué era aquello. Normalmente no le daría más vueltas y terminaría por matarlo de todos modos, pero el algo especial de Yuuji le resultaba molesto. No era algo que hubiese experimentado antes, y se dio cuenta de ello cuando no pudo tolerar el pensamiento de que los otros mocosos lo molestasen y lo pusieran triste. Rechazaba totalmente el pensamiento de estarse encariñando, pero tampoco sabía de qué otra manera podría explicar esa nueva sensación de lo que asumía que era protección por el niño.
—¡Sukuna!— Alargó su nombre, sacando de las casillas al mayor, que lo alzó frente a su rostro y lo miró seriamente—. ¡No quiero dormir! ¡Aún es pronto y no tengo sueño!— Insistió.
Usualmente era el abuelo de Itadori el que se encargaba de esas cosas, pero esa noche estaba tardando más de lo usual y le tocó a la maldición, que tenía un conocimiento nulo respecto a cuidar de niños, hacerse cargo de todo. Las comidas no fueron problema, Wasuke siempre dejaba comidas preparadas en previsión de no poder comer con su nieto, así que Sukuna solo necesitó calentar la comida (con explicaciones de Yuuji sobre cómo usar el microondas) y servirlo.
No, el problema fue cuando llegó la hora de mandar al pequeño a dormir, cosa que desató una larga discusión entre ambos de cabello rosado y terminó con una persecución, de la cual Sukuna salió victorioso, agarrando a Yuuji por la camiseta y llevándolo a la habitación.
—¿No dices siempre que no quieres preocupar al viejo? ¡Entonces duérmete a tu hora!— Regañó.
Finalmente estaban en la habitación del menor, cuyas paredes estaban inundadas de dibujos protagonizados por su abuelo, la maldición y él mismo. Sukuna caminó hasta la cama y lo dejó caer sobre esta sin mucha preocupación.
—Vamos, mocoso.— Habló con más calma, pero con el mismo tono de disgusto que siempre usaba.
Llevó una de sus cuatro manos al rostro de Yuuji, y con un leve empujón lo tumbó en la cama, ganándose un quejido molesto por su parte.
—¡Vale, vale! Pero déjame al menos ponerme el pijama.— Hizo un puchero, apartando la enorme mano.
Para Sukuna aún era difícil adaptarse a muchas de las cosas de la vida de los humanos, y tampoco quería adaptarse a ellas en absoluto. Solo quería conocerlas para hacer más fácil el tiempo que pasara junto a los Itadori, y luego volvería a su vida de siempre.
Esperó a que se cambiase, teniendo que terminar ayudándolo a hacerlo ya que Yuuji aún se confundía con los agujeros de la ropa, en algunas ocasiones. Por supuesto que no faltaron las burlas mientras ayudaba, no iba a quedar como un blando y que se pensara que realmente le tenía cariño. Una vez terminaron, se volvió a meter en la cama y se acomodó, cubriéndose con las sábanas, con su siempre presente sonrisa, tan radiante y pura como el primer día que se vieron.
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The last priestess | Sukuna x Lectora
Fanfic¿Qué ocurriría si el rey de las maldiciones le tomara cariño a un simple humano? Eso es justamente lo que le ocurre a Sukuna, quien vagando por el mundo se encuentra con un inocente niño llamado Yuuji. Su falta de miedo hacia la maldición, mostránd...