part 4. twenty four years

156 19 13
                                    

El terminar su relación con Nejire marcó en su vida el inicio del auto descubrimiento; se alejó de todos para encontrarse y reconciliarse con una parte de él que nunca consideró como posibilidad

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El terminar su relación con Nejire marcó en su vida el inicio del auto descubrimiento; se alejó de todos para encontrarse y reconciliarse con una parte de él que nunca consideró como posibilidad. Era una cosa descabellada de creer pero luego de tener la oportunidad de confirmarlo en su primera vez con otro hombre, pensó en tal vez y siempre se sintió así de atraído por los varones pero sin dejar de lado también querer a las chicas.

No fue un proceso sencillo. Para descubrirse, pasaron alrededor de cuatro años con la duda que lo hacía sentir incompleto chupando tetas incansablemente. Medio año de experiencias, y otros dos años más en los que empezó una relación con un conocido de la universidad. A los veintisiete, descubrió a su amante, a Shindou con su dichosa compañera de trabajo a la que durante la cena siempre mencionaba, sintiendo que la historia se repetiría así que pensó "¿por qué no?" antes de ceder a tener un trío a modo de despedida.

El resto del año la pasó vagando dentro de sus pensamientos y viviendo sin rumbo, casi infeliz de no ser por su rostro sonriente y entusiasmo envidiable. Fungía de careta teatral, impidiendo que vieran lo dañado de su existencia. Se sentía, en todo momento, cómo el personaje secundario en la vida de todas las personas que atravesaban la suya.

Incluso el recordar los momentos que lo hicieron feliz y notar que de protagonistas eran otros mientras él era el del fondo, lo hería. Fue el extra que se coló y se apropió de los recuerdos de otros; era un título terrible, pero verdadero, con el que podría nombrar a la historia de su vida y sonrío a medio trago de café.

Era ya bastante tarde para beber café simple en la tienda de la estación de gasolina, pero debía bajarse la ligera embriaguez para seguir conduciendo hacia casa.

Permaneció bebiendo junto al mostrador y al fondo de la tienda estaba un sujeto con gorra usando el teléfono monedero. Debía ser una conversación apasionada para que permaneciera ensimismado con la mirada gacha, sin percatarse que llevaba rato observándolo.

─Rellénalo, por favor.

El tendero hizo lo que le pidió; misma cantidad de café, leche y extra de azúcar. El sujeto colgó el teléfono de pared, suspiró delante del dispositivo y se adentró en los pasillos. Tomó unos skittles, una botella de agua presumiendo ser de manantial y al ir al mostrador para pagar, cogió una cajetilla de cigarros. Él se corrió a un costado. El cajero apenas marcó los cigarros cuando el sujeto ya tenía una pieza en los labios, le dio fuego con el mechero prestado por la tienda, y pagó usando efectivo. Mantuvo el perfil bajo. Los mechones de su cabello negro cubrían su rostro y el resto bailaban en ondulaciones a media espalda.

No quiso ser metiche pero logró capturar la mirada bajo la visera de la gorra. La esquina  de sus ojos enrojecidos no evitó que pudiera reconocer el tono poco particular de sus iris.

El chico se guardó el cambio, cogió los dulces junto a la botella y fue directo a la salida pero él con su bocota y una fuerte corazonada, lo empujaron a experimentar de un sentimiento del que quiso huir.

─Shōto.

El chico se quedó helado por un instante en su lugar, pero se logró recompuso sin volver la mirada.

─Creo que me confundes.

─Sé que no ─le afirmó. Estaba seguro que era el pequeño pícaro y pronto lo confirmó cuando el chico giró sobre los talones, alzando la cabeza y sintiendo el mundo detenerse al hallarse con el distintivo color de sus ojos.

Pero no fue solo eso, ¡no!

La piel del pómulo derecho hacia el arco de la nariz era cubierto por el rojo de un hematoma, su ojo izquierdo estaba inyectado en sangre y una moradura lo rodeaba por completo, con la orilla de la ceja levemente hinchada y su nariz inclinada hacia el lado, mostrado restos secos de una hemorragia pasada.

Arrugó la frente al verlo así de lastimado. La sangre le hirvió, sintiendo el fuerte deseo de proteger al menor. Quiso preguntar acerca de lo sucedido pero Shōto rápidamente se puso en marcha saliendo de la tienda. Él pagó a la misma velocidad lo que consumió, saliendo detrás suyo sin advertirse del posible acoso que estaba cometiendo.

─Espera ─arremetió─. ¿Estás bien?

─No es de tu incumbencia.

─¿Puedo llevarte a casa?

─Vivo por la zona.

─¡Te acompaño!

─No.

─Por favor, hablemos ─Lo sostuvo del brazo con desespero, siendo apartado de inmediato sin miramiento causando que se contrajera de dolor por posibles golpes ocultos bajo la ropa.

─Nosotros no tenemos nada de qué hablar.

Shōto lo encaró y su ceño fruncido fue suavizado al jactarse de la cercanía entre sus cuerpos, avergonzado por su actitud. Algo impropio del chiquillo al que recordaba pero que se permitió pasar por alto, centrándose en las heridas y en la tristeza que padecía el menor.

─T-tienes razón, lo siento.

Bajó la mirada.

Se sintió mal por seguir insistiendo.

Era claro que el menor no quería verse involucrado con él, pero no podía sencillamente ignorar lo que vio y no tener el ferviente deseo de confortar a Shōto o hacer algo, por mínimo que fuese, para socorrerlo.

No siempre podía salirse con la suya; no todos necesitaban a un extra con complejo de héroe.

Shōto dejo caer el cigarrillo y lo aplastó bajo la suela gastada de la zapatilla, igual de vieja. Lo vio dubitar sobre sus pasos inseguros antes de alejarse y se adentraría a la penumbra si no se hubiera detenido viendo hacia el lado contrario de la tienda, en el área para recargar gas.

─¿Ese es tu auto?

Su pregunta no lo tomó por sorpresa. Asintió como si Shōto pudiese verlo estando de espalda frente a él.

─Sí ─afirmó, dudoso de entusiasmo.

Shōto volvió la espalda hacia él, se sacó la gorra y se peinó el cabello largo, negro y algo enredado cuando un viento ligero lo agitó.

Aun así, pensó que se veía lindo.

─¿Puedes llevarme a un lugar? ─musitó con timidez. Seguía siendo lindo, muy lindo─. Me gustaría visitar a mi familia.

─¿A la una de la mañana? ─insinuó en tono de incredulidad.

El menor asintió, pasando un mechón atrás de su oreja.

─Te pagaré con dulces.

Le agitó el paquete de skettles junto a la botella y se sintió gravemente conmovido. Era tan lindo e inocente, genuino como nadie en el mundo y la molestia de encontrar al responsable de sus heridas estrechó más a su corazón ansioso.

─No hace falta ─sonrió como hace mucho no hacía: con una bondadosa sinceridad─. Sube, te llevaré a dónde desees.

 Sube, te llevaré a dónde desees

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Little brother | Mirio & ShinTodoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora