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Ates, un lugar poderoso así como su mismo rey. El reino que llevaba consigo una historia de sangre en conjunto con las fieras que vivían en él.

Los leopardos divinos. Podríamos llamarles hermosas criaturas, pero por la historia de estos mismos nadie se le ocurriría elogiarles así porque sí. Los humanos les odiaban y era conocido, pero al saber que estos podrían matarlos sin ningún problema alguno, decidían bajar la cabeza y tratarlas de buena forma, no todos. Otros hasta se aprovecharían de los que aún son pequeños y no saben defenderse si se los llegaran a cruzar, terminando por asesinarlos sin duda alguna.

Y Amon Akin sabía perfectamente que habían personas así, y a él lo odiaban mucho más que a los demás por ser parecido a la peor bestia asesina que haya habido en el reino. Él era un leopardo negro, y por ello no solo era odiado por los humanos, sino que también por algunos de los suyos mismos. No importaba si no fueran la misma persona, o leopardo en este caso, por solo su mera apariencia ya era suficiente razón para repudiarlo.

Empujó con una de sus patas delanteras una roca que se cruzó en su camino, estaba molesto. Otro grupo de humanos que lo había visto había comenzado a gritarle cosas, a pesar del alto ego que tenía y actitud de superioridad eso no podía dejar de hacerle enojar. Llegó el punto dónde decidió alejarse sin que se dieran cuenta antes de que su enojo aumentara tales niveles que podría ocurrir un accidente.

No es como si temiera usar su fuerza y habilidades, pero aquello era una razón estúpida como para formar un alboroto que terminaría por confirmar lo que decían, y un posible regaño del consejo además. Así que ahí estaba, caminando por el bosque intentando relajar su mente. Era un lugar mayormente solitario al ser grande, pocas probabilidades de encontrarse con alguna persona que le molestara. Era perfecto.

Pero dicen que lo bueno no dura para siempre. Y lo confirmó cuando su pequeña cabeza chocó contra algo, y ese algo era una pierna. Al levantar la vista tuvo frente suyo a una niña de hermosa apariencia, apariencia que justo asustó ligeramente al leopardo. Por un momento su corazón se aceleró, escuchaba claramente el sonido de sus latidos.

— Vaya, que gatito tan lindo. —Aquella chica habló con una dulce voz mientras tomaba a Amon entre sus manos para mirarlo de cerca. Su atrevimiento le molestó al punto de olvidar lo que le asustaba e ignorar la sensación acogedora que le daba su tacto. Iba a arañar su mano, pero ella le detuvo antes, como si supiera que lo haría.— No no, gatito malo. Eso no se hace. —La blanca sonrisa no se iba de sus labios, otra cosa que le molestaba.

Con su felino ceño fruncido, aprovechando que estaba frente suyo se dedicó a analizarla mejor.

Tenía una piel en semejanza a la de una muñeca de porcelana. Su cabello era de un rubio semejante a los rayos del sol, este estaba ligeramente desordenado pero aún así en ella parecía como si estuviera acomodado perfectamente junto con un flequillo que tapaba su frente. Y sus ojos, sus dorados ojos que le miraban con un brillo de emoción. Aquella era una combinación peligrosa, demasiado peligrosa para los suyos y para él.

— ¿Qué tanto miras gatito? —La chica hizo un ligero pico de pato mientras ladeaba su cabeza, mirando los ojos morado brillante que tenía delante.

— No soy un gato. —Por fin se había dignado a hablar, pensaba que la niña era muy tonta como para no darse cuenta de lo que significaba la piedra en su frente. Pero a pesar de que habló, ella no se sorprendió, al menos no como esperaba.

— Woah, un gatito que habla. —La expresión de sorpresa que formó su rostro era demasiado fingida, haciendo que Amon tuviera más curiosidad sobre la chica.— ¿Qué más puedes hacer gatito?

De nuevo tenía emoción en su mirada, y dio un pequeño brinquito que sorprendió al gato negro. Ella lo acercó a su pecho en forma de abrazo, se sentía tan cálido aquello que casi se le escapaba por su boca un ronroneo.

— ¿Qué hace una niña como tú sola en un bosque?

— ¿Qué hace un gatito como tú solo en un bosque? —Le devolvió la pregunta con una gran sonrisa con los ojos cerrados y entonces empezó a caminar.

Amon soltó un bufido por su “respuesta” y se preguntaba que a dónde lo estaría llevando. No iba a hacer nada o escaparse de sus brazos, pues en él había despertado la chispa de curiosidad sobre la rubia. Pero no podía dejar de estar alerta, porque la que ella poseía era una apariencia que no le dejaría tranquilo hasta estar seguro de que no traía consigo aquel poder.


( . . . )

— ¿Quieres algo de comer, gatito?

Ahora estaban en una pequeña choza aún situada en el bosque, solo un poco cerca del pueblo. Supuso que vivía allí, no era lujosa o muy pobre al igual que las vestimentas de ella, por lo que supuso que simple y llanamente era una plebeya común y corriente de aquel lugar.

— Me llamo Amon, deja de decirme “gatito”. —No soportaba más ese apodo.

— ¡Oh! Así que te llamas Amon, es muy bonito nombre. —Acarició ligeramente su cabeza, y para cuando Amon fue a darle un golpe en su mano por hacerlo, ya ella se había alejado de la mesa y dirigido a la cocina.— Te calentaré un poco de leche, seguramente te gusta la leche.

Aquella sonrisa de simpleza y humildad seguía dibujada en sus labios, al leopardo se le había comenzando a volver una falsa sonrisa de tanto tiempo verla en ella. Pero su rostro volvía difícil que pareciera una así. Era tan delicado y hermoso, que si a la chica le pusieran buenos ropajes y joyas, nadie podría negar que pareciera una princesa.

— Aquí tienes, Amon. —Puso delante del felino un plato con leche calentita que pudiera digerir sin problema alguno, él dudó por unos segundos pero terminó tomando de esta.— Tienes unos ojos tan hermosos, me gustaría tener unos igual. —Le comentó mirando sentada desde la silla de enfrente, tenía los brazos sobre la mesa y apoyaba su cabeza en estos. Observaba cada detalle de su contrario.

— ¿Vives sola? —Soltó hacia ella sin reproche alguno, dejando por ese momento de tomar el delicioso líquido blanco.

— Así es, no tengo familia. —Se encogió de hombros como si no le importara y fuera algo común. En su mente surgía la pregunta de cómo una niña pequeña había podido sobrevivir sin su familia.— No los necesito, igual que ellos no me necesitaron a mí. —Continuó, y esto sorprendió un poco al gato. Le dio a entender que sus padres la habían abandonado.— Sé cuidarme sola, y como puedes admirar, Amon, lo hago bien.

Después de eso último, estuvieron varios minutos en silencio. Minutos que se resumían en Amon terminando la leche y a la rubia mirándole hacerlo.

— ¿Sabes lo que soy? —Al terminar y limpiar su osico con sus patitas, miró hacia arriba conectando sus felinos orbes con los de la oji–dorada. Aquella sonrisa que ella portaba se abrió mucho más.

— Por supuesto que sé lo que eres, gatito. —Recostó su cabeza encima de sus brazos, ahora cruzados y acostados en la mesa, haciendo que la gravedad moviera el cabello de su flequillo. Ahí fue cuando al leopardo divino abrió sus ojos de par en par, enterándose que aquella niña frente suyo, también era uno.

GOLDEN ━━Amon Akin [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora