Vanitas es el tipo de novio que dió mucho de hablar la primera vez que lo conocieron tus padres
Estabas en entrada del restaurante, estabas muy nerviosa, tus padres ya querían conocer al "famosísimo Vanitas", hablabas bastante bien de él con ellos. El no llegaba y si algo no le gustaba a tus padres es el que los hicieran esperar, tenías miedo, por MUCHAS razones, una de ella era el echo de que Vanitas era impredecible, no tenías de la menor idea de lo que pudiese pasar por su cabeza en este momento.
Pasaron unos minutos mientras pensabas en todas las cosas que podrían salir mal, eran tantas que no llegaste a pensar en todas para cuándo Vanitas decidió aparecerse.
—¡Vanitas! ¡Que bueno que llegaste!
Dijiste mientras lo mirabas con alivio, al menos ya no habrían más retrasos, eso quitaba una cosa de la lista pero habían muchas otras posibilidades de que a tus padres no les agradara Vanitas.
—Lamento llegar tarde mi dama, tuve que ocuparme de unos asuntos pendientes.
Dijo para luego besar tu mano. No prestaste atención sobre los "asuntos pendientes" ya que estabas más concentrada en qué Vanitas no terminara siendo odiado por tus padres.
De echo el "asunto pendiente" fue pelearse con un niño pequeño porque le pateo un balón en la cara. Terminó diciéndole que los duendes le jalarian las patas de noche mientras dormía si no se disculpaba, lo cual si funcionó.
—¡Muy bien! Vayamos a conocer a tus padres, estoy ansioso por conocer a los creadores de tan magnífica obra de arte.
Dijo mientras tomaba tu mano y comenzaba a caminar para adentrarse en el local, pero antes de que pudiese entrar lo detuviste.
—Vanitas... Hay dos problemas.
—¿Cuáles?
—Bueno... Quizás no les conté a mis padres que eras humano y necesito que des la mejor impresión posible.
Dijiste mientras lo mirabas un poco preocupada.
—No debes preocuparte por eso mi amada T/N, nunca haría nada que pusiese en juego mi imagen ante tus padres.
—Espero que lo digas en serio
—Nunca he hablado más en serio en mi vida. Les contaré sobre la increíble chupa sangre que es su hija.
—Vanitas...
—Y del delicioso sabor de sus labios.
Te miró de manera juguetona mientras tú ponías los ojos en blanco y movías la cabeza levemente.
—El otro problema esque ellos estuvieron en la gala en la que gritaste como imbécil sobre un candelabro, digamos que con eso ya está en juego el que te acepten.