Vanitas es el tipo de novio que tus hermanos adoran (aunque no es el mayor fanático de los niños)
—¡Ya llegó! ¡Ya llegó! —gritó con emoción el menor de la mansión, salió de su habitación en la cual se encontraba mirando por la ventana y se dirigió velozmente hacía la biblioteca en la cual se encontraban sus hermanos mayores. —¡Ya llegó! ¡Vanitas está aquí! —anunció con alegría el pequeño haciendo que sus hermanos mayores dejaran sus libros de lado.
—¿Oh? ¿Ha llegado ya? Creí que demoraría más... —musitó para sí misma _____.
—¡Ah! ¡Qué emoción, vamos a recibirlo! —exclamó con alegría el hermano del medio y ambos chicos comenzaron a salir a gran velocidad de la biblioteca.
—¡Esperen! ¡Soy yo quién debe recibirlo! —declaró la chica pero su voz fué ignorada provocando que un suspiro pesado abandonara sus labios, salió también de la biblioteca y en cuanto bajó las escaleras se topó con la mirada de su novio quién sonrió ampliamente tras verla.
—¡_____! Te ves her- —las palabras del pelinegro fueron interrumpidas por los dos niños que saltaron hacía él para abrazarlo haciéndolo perder el equilibrio.
—¡Vanitas! —se alegraron los menores al unísono haciendo reír a la mayor.
—¡Vanitas, ¿Has traído algo para mí?! —preguntó el menor con una gran sonrisa.
—Lórian, Edmond, bajense. —ordenó la hermana mayor y ambos niños se quejaron mientras se levantaban.
Vanitas se puso de pie para luego sacudirse el polvo de la ropa, la chica se acercó a él sonriendo.
—Ah, mi hermosa dama, poder ver tu deslumbrante belleza lo es todo para mí. —dijo Vanitas con una gran sonrisa, dicho esto, le dió un beso en el dorso de la mano, lo cual hizo a la chica reír.
—También me alegra verte. —resplicó la chica.
—¡Vanitas! ¿vienes de alguna gran aventura? ¿trajiste algo maravilloso para mostrarnos? —interrumpió con entusiasmo el menor de los hermanos.
—Edmond, eso es ridículo. Vanitas no vino aquí para traernos recuerdos. —afirmó el mayor.
—Por fin lo notan... —murmuró _____ para sí misma.
—¡Vino para narrarnos su más reciente aventura, ¿no es así?! —agregó con emoción Lórian.
—No, Vanitas vino aquí para verm-
—¡Por supuesto que sí, tengo una excelente historia para contarles! —exclamó Vanitas sonando orgulloso de sí mismo mientras soltaba algunas carcajadas.
Ambos niños se llenaron de emoción mientras la chica miraba a su novio perpleja, al inicio Vanitas se negaba a conocer a sus hermanos bajo el pretexto de que "no se llevaba bien con los niños" pero con el tiempo de haberlos conocido y ver toda la atención que recibía comenzó a ser divertido para los tres.
La manera carismática e incluso exagerada en que Vanitas contaba anécdotas era gracioso de ver, esto, sumado a los comentarios de exaltación, las miradas de asombro y la felicidad que emanaban tus hermano hacia de la escena fuese mucho más linda.
A pesar de que querías pasar tiempo con tu novio, no pudiste negarte a escucharlo contar su aventura más reciente, estaban todos en la biblioteca y Vanitas llevaba casi una hora contando todo lo que le había sucedido recientemente, con lujo de detalle, lo que significaba que incluso había mencionado lo que desayunó esa día.
—Y luego tomé el libro, justo así... —contó Vanitas a la vez que abría el libro que siempre llevaba consigo y se ponía de pie sobre una mesa. —¡Y en un instante con la majestuosa luz azul que emanó de él finalmente curé a aquel poderoso vampiro!
Los ojos de ambos niños tenían un brillo de emoción muy notorio, Vanitas se veía orgulloso de sí mismo mientras mostraba el libro moviendo lo de diferentes maneras.
—No deberías jugar con eso. —mencionó la vampiresa viendo la manera irresponsable en que Vanitas movía el libro solo para presumir.
—¡Silencio, hermana!, Vanitas es un gran doctor de vampiros, sabe perfectamente lo que hace. —alegó el mayor de los hermanos.
—¡Así es! —concordó Vanitas mientras reía. Su novia simplemente le dió una mirada amenazante y Vanitas en un instante bajó de la mesa donde estaba. —Cómo decía, su hermana tiene razón, niños. No puedo usar el libro en ocasiones tan sosas.
—¿Ya ven? yo tengo razón. —dijo la chica ahora sonriendo pero aún con un aura amenazante. —No vuelvas a levantarme la voz, Lórian. No lo haga ninguno de los dos o estarán en problemas. —agregó con un tono severo.
—¡Si, señora! —respondieron en unísono ambos hermanos estando ahora asustados.