CAPÍTULO 1

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(NARRA NINA)

Aquel iba a ser un gran día. Montada en mi descapotable, contemplaba la que iba a ser mi primera víctima, la primera de muchas esperaba. 

Tras años de dolor y sufrimiento, mi madre me maltrataba y mis compañeros de clase se dedicaban a hacerme la vida imposible, yo, Nina Rivera, una joven multimillonaria de Madrid de 19 años rubia de ojos azules de figura esbelta y tez pálida, había tomado la decisión de matar al mayor número de indeseables posible, iba a contribuir a que el mundo fuera un poco mejor.

Bien, imagino que os preguntaréis quién era esa persona. Pues bien, su nombre era Marta, aquella retrasada se creía mejor que el resto por el simple hecho de que era rica, al servicio lo trataba a patadas. Era por ello por lo que iba a poner fin a sus días en este mundo.

- Ya casi hemos llegado, es aquella. -Dije con mi habitual sonrisa señalando con el dedo la vivienda alejada de todo en la que acabaría con su vida.

Aparqué a unos pocos metros del lugar y esperé a que bajara como yo, además de grosera lenta.

En el interior había una sala de torturas insonorizada vendida por un Capo di tutti capi de la mafia, para mi familia el dinero lo había donado a una organización no gubernamental.

Le fui mostrando hasta llegar al sótano insonorizado, lugar en el cual empezaría la diversión. Al ver lo que había allí aquella gorda apestosa pelirroja de ojos marrones con el rostro repleto de granos intentó abrir, pero claro cómo lo iba a hacer, la puerta estaba cerrada y solo la abría mi huella dactilar. Reí para mis adentros contemplando la gran cantidad de máquinas de tortura adquiridas, debía decidir cuál iba a emplear.

-No tienes escapatoria. -Dejé escapar de mis labios una sonora carcajada mientras me ponía los guantes.- Pero... Si confiesas sin dar mi nombre que eres una idiota que trata a los que no son de su clase con la punta del pie puede que te deje ir.

Así lo hizo, lo contó todo a la cámara que había allí, aquella escoria creía realmente que se iba a salvar.

- Bien hecho, pero... Me temo que vas a morir igual. -Le hice saber arrastrando las palabras.

La até de pies y manos mientras meditaba, pasados unos minutos decidí que usaría el empalamiento, aunque antes quemaría sus manos con un hierro candente. 

- ¡AY! -Gritó rompiendo a llorar, la muy perra me escupió a la cara. La advertí de que si seguía así sería mucho peor. 

Tras eso decidí calcinar su espalda con una plancha y usé el aplastapulgares, consistente en aplastar mediante metal las manos de la víctima. Merecía tener un fallecimiento lo más lento posible. 

Luego pasé al empalamiento, insertando el palo por el recto atravesando el cuerpo hasta que salió por el hombro derecho, de ese modo no moriría en el acto, quería que agonizara. 

Tras aquello me senté a mirar hasta que finalmente perdió la vida. Mientras esperaba el momento le di descargas eléctricas dolorosas pero no mortales. 

Saqué fotos de cada momento, iba a subirlo a una página que llamaría la salvadora de la humanidad.

Me deshice de todo lo usado y del cuerpo, monté en mi coche tras cambiarme de ropa y fui a la facultad. Me iba a matricular en medicina, aparte de mi interés en ello quería evitar que personas de mal se dedicaran a tan noble profesión.

Al volver a la mansión lo primero que hice fue llamar a la policía para informar de la desaparición de mi "amiga".

Cuando llegaron me mostré muy preocupada, no podían notar nada sospechoso en mi.

- Tranquila. -Me dijo una agente acariciando mi cabeza mirándome con cariño.- Daremos con ella, ya verás.

- Eso espero. -Respondí cubriéndome el rostro con las manos.

Uno de ellos me preguntó si quería llamar a mi madre, yo asentí con la cabeza.

Ella sería mi segunda víctima, no solo disfrutaba golpeándome, también mandó a uno de sus amantes asaltar la vivienda y tirar a mi progenitor por las escaleras. Ahora estaba en coma.

Al verme me abrazó, ante todos era una madre ejemplar y una gran esposa. Yo lo seguí fingiendo un cariño que no sentía.

Cuando todos se fueron la llevé a donde Marta, iba a sufrir, había llegado ya la hora de ajustar cuentas. La obligué a venir conmigo a punta de navaja.

Lo primero fue la confesión, tras eso la latigueé varias veces y quemé su mano derecha con ácido riendo a carcajadas mientras tomaba fotos.

Luego tomé un martillo y golpeé sus rodillas y codos con él, aquello estaba resultando genial, me sentía una verdadera heroína por librar al mundo de aquella basura.

Contemplé por un momento los instrumentos de tortura, quería que sufriera más de lo que lo había hecho Marta, era mil veces peor que aquella nena sin cerebro. 

Me decidí por el cepo chino, sus pies se harían papilla. Los seguidores de la salvadora de la humanidad aplaudirían aquello, estaba haciendo un gran trabajo sin duda.

Luego rompí uno a uno los huesos de su mano izquierda, oír sus gritos provocó que me excitara. 

Luego me fijé en la sierra, la coloqué boca abajo y serré empezando por la vagina hasta que falleció.

Me deshice de aquel maldito cadáver y del resto con ácido tarareando la canción que mi adorado progenitor me cantaba cada noche de pequeña para que me durmiera, esperaba poder tenerlo de nuevo a mi lado, lo adoraba.

Una vez hube terminado volví a casa y llamé al 112.

- Es mi madre, ha desaparecido. -Dije cuando lo cogieron fingiendo estar rota de dolor.

- Vamos ahora. -Tras decir aquello colgaron, yo sonreí para mis adentros, poco a poco el mundo era mejor y todo gracias a mi, la gente debería agradecérmelo, los estaba...

El sonido del teléfono interrumpió mis pensamientos: Él había despertado. Grité de felicidad, al fin. Fui a verlo, pero no me recordaba, ese maldito le había arrebatado la memoria y no sabían si la recuperaría. Rompí a llorar: La odiaba, menos mal que ya me había encargado de ella, no podría dañar a nadie más.

Por suerte pasados unos meses los recuerdos acudieron a él, lo agradecí feliz.

Al día siguiente era mi primer día en la carrera de medicina, estaba deseando conocer a mis nuevos compañeros, esperaba que no hubiera demasiada escoria, mi labor era agotadora pero con gusto lo hacía. 

En la entrada tropecé con un joven moreno de ojos azules bastante atractivo que me ayudó a recoger mis apuntes, lo odié por lo primero. Él se me quedó mirando con cara de bobo lo cual me hizo reír, si pensaba que tenía alguna posibilidad después de aquello algo no iba bien en él. 

Cuando en el aula se sentó a mi lado le sonreí, jugaría con él un tiempo y luego me encargaría de aquel baboso, sería divertido.

Se llamaba Fernando, un bonito nombre para un completo patoso. Otro chico igual de guapo me miró preocupado, parecía que conocía al idiota que tenía al lado. Se acercó a mi una vez acabaron las clases de aquel día, su nombre era Pedro.

-No debes confiar en él. No es un buen hombre. Es un canalla. Una se suicidó por el maldito acoso que sufrió cuando, como venganza por dejarlo al saber que estaba con otra, entró en su cuenta de facebook y difundió una foto de ella desnuda con un texto en el que ofrecía sexo. Tenían entonces 17. Jamás se pudo demostrar que fue él. La amante era mi hermana pequeña. -Me advirtió en voz baja.

Lo miré con disimulo, aquello no sería lo que haría, debía morir. 

De camino a casa subí las dos primeras ejecuciones, jamás sabrían que era yo la que estaba detrás.

ENAMORADO DE UNA PSICÓPATADonde viven las historias. Descúbrelo ahora